
SEPTIEMBRE 1
«No consulté a nadie, ni subí a Jerusalén para ver a los apóstoles que me precedieron, sino que partí inmediatamente para Arabia…» – Gálatas 1:15-17
El apóstol Pablo se apartó de toda influencia humana para pasar tiempo a solas con Dios en el desierto de Arabia. Allí no recibió instrucción de escuela humana, sino a los pies de Cristo mismo. Fue en ese retiro de soledad espiritual donde recibió las revelaciones más profundas y la enseñanza que transformó su vida. De esa intimidad con Dios brotó la abundancia de su corazón, que más tarde compartiría con el mundo.
Los siervos de Dios, a lo largo de la historia, han sido formados en el desierto espiritual. Moisés pasó cuarenta años en el desierto aprendiendo la sabiduría de Dios antes de guiar a Israel. Elías fue fortalecido allí. David, perseguido por Saúl, fue preparado en soledad para su reinado. Y el mismo Señor Jesucristo, después de ser bautizado, fue llevado al desierto, donde ayunó, oró y venció la tentación de Satanás antes de iniciar su ministerio. – Ironside
Todo creyente necesita apartar momentos de silencio y soledad con Dios, lejos del ruido y las distracciones, para escuchar Su voz en la Palabra, renovar fuerzas en el Espíritu y recibir unción fresca. Allí, en la quietud, somos fortalecidos y hechos sabios para enfrentar la vida con fe y poder espiritual.
En el desierto, Moisés salió con el rostro resplandeciente. En el desierto, Pablo recibió la huella imborrable del cielo. Y nosotros también necesitamos nuestro “desierto de Arabia”, ese lugar secreto donde nos encontramos con Cristo y somos transformados. – Alexander Smellie
🙏 Oración: SEÑOR, llévame al lugar de silencio donde solo Tu voz gobierne mi corazón. Enséñame a valorar el desierto como un tiempo de preparación y encuentro contigo. Que en esa soledad encuentre tu fuerza, tu sabiduría y tu unción renovadora. Amén.
Que preciosa reflexión, bendiciones del Señor