Amar a los enemigos: Cómo vencer con gracia

AGOSTO 12

«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan; y si tiene sed, dale de beber agua; pues así amontonarás brasas de fuego sobre su cabeza, y el SEÑOR te lo recompensará.» Proverbios 25:21-22

¡Qué principio tan extraño y exótico! ¿Alimentar a nuestros enemigos? ¿Dar de beber a quienes nos odian? Ciertamente, esta enseñanza no proviene de abajo, ¡sino de arriba! Esta es la doctrina de Cristo, la doctrina de la gracia inmerecida: la fórmula que transforma a los enemigos acérrimos en amigos fieles.

Estas brasas de fuego no son brasas de juicio, sino brasas de gracia mediante las cuales se derriten y se ganan los corazones de nuestros enemigos. Nuestro Salvador predicó esta doctrina con gran claridad cuando dijo: «Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero Yo les digo: «amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen,» Mateo 5:43-44.

Nada es más contrario a la carne que ejercer bondad y amor hacia quienes nos odian, pero si queremos honrar a nuestro Salvador y someter a nuestros enemigos, no nos atrevamos a recurrir a la pecaminosa práctica de la venganza. Debemos conquistar el corazón de nuestros enemigos de la misma manera que Cristo conquistó el nuestro: avivando sin cesar las brasas de la gracia inmerecida sobre sus cabezas.

Brasas de gracia. El SEÑOR Jesucristo no gana a los pecadores para sí con amenazas de castigo ni promesas de recompensa. ¡Los gana para sí por su gracia o su favor inmerecido hacia el pecador! ¡Convierte a los enemigos en amigos, por su gracia o favor! ¡Convierte a los adversarios de corazón duro en discípulos fieles, por su gracia! Hace que los rebeldes le entreguen sus corazones, no con fuerza bruta ni poder abrumador, sino con amor y gracia tiernos e irresistibles.

Él es el único Maestro del universo, el soberano Maestro de corazones y también el Maestro Cargador de Carbón. Con la pala del evangelio en su mano, Él soberanamente levanta los carbones del pacto de la gracia inmerecida, sobre las cabezas de Sus enemigos, y al hacerlo, derrite sus corazones de piedra en suaves, flexibles y elásticas: ¡masilla en las manos del Maestro!

Las brasas del Calvario. Ningún pecador elegido puede resistir con éxito los efectos derretidores de las brasas del Calvario. Cuando las brasas de la redención eficaz por la Sangre, el perdón gratuito y la justicia perfecta comienzan a acumularse, brasa sobre brasa, en el corazón del pecador, y el calor del amor indescriptible de Cristo se vuelve cada vez más intenso, ese corazón de piedra inquebrantable finalmente es herido y fundido en un charco de amor por el de Jesús crucificado.- Frank Hall

Oración:
Que el SEÑOR nos dé la humildad y el amor necesario para poner este principio en práctica, y así ser instrumentos de Su gracia incluso para aquellos que hoy nos consideran sus enemigos. ¡Amén!

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