La evidencia de una fe habitada por el Espíritu

¿Recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?” Hechos 19:2

Estas son las evidencias de haber recibido el Espíritu Santo: El Señor Jesús es valorado en gran manera, la profundidad de la obra del Espíritu nos lleva a tener concepciones de la gloria, la grandeza y la excelencia de Cristo y su obra terminada en la Cruz. Si nos postramos bajo un sentimiento de nuestra debilidad e inutilidad, de modo que somos llevados a depender completamente de Cristo, y sólo de Cristo, ciertamente hemos recibido el Espíritu Santo.

Si hemos recibido el Espíritu Santo, que mora en nosotros, hay rechazo permanente al pecado, porque el Espíritu Santo siempre pone toda el alma en contra del pecado y anhela la santidad. Es cierto que nuestros antiguos deseos hacia el pecado a veces resurgen, pero entonces nos aborrecemos por ello, nos lamentamos por él y lo confesamos ante Dios. El clamor del alma es: “¡Purifícame SEÑOR y seré limpio!” Salmo 51:7

Si hemos recibido el Espíritu Santo, entonces somos gobernados por la Palabra de Dios; la Palabra de Cristo es la ley del verdadero creyente. Todo lo que esté por debajo de ella, o más allá de ella, o junto a ella, o en contra de ella, ¡es pecado! “Solo lo que Jesús ordena, todo lo que Jesús ordena, ¡y porque Jesús lo ordena!” es el lenguaje del alma.

Y mientras así hacemos de la Palabra de Jesús nuestra regla, nos negamos a nosotros mismos. Negamos nuestra propia voluntad, nuestras pasiones, nuestros deseos, nuestros gustos y disgustos. Estamos ante Él, como Él estuvo ante su Padre, cuando exclamó: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Si hacemos de la Palabra de Dios nuestra guía y nos negamos habitualmente a nosotros mismos por amor a Jesucristo, podemos estar seguros de que hemos recibido el Espíritu Santo. “¿Has recibido el Espíritu Santo?” Recuerda: “El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo”, Romanos 8:9. —James Smith

Oración final

Espíritu Santo, examina nuestro corazón y guíanos a una dependencia total de Cristo. Produce en nosotros un amor profundo por Jesús, un rechazo sincero al pecado y una obediencia humilde a tu Palabra. Gobierna nuestra voluntad y haznos vivir para la gloria de Dios. Amén.

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