El Poder Ilimitado de la Oración que Eleva el Alma

«Elevemos nuestro corazón y nuestras manos a Dios que está en los cielos.» Lamentaciones 3:41

Orar nos enseña nuestra indignidad, una lección muy valiosa para seres tan orgullosos como nosotros. Si Dios nos concediera favores sin obligarnos a orar por ellos, jamás seríamos conscientes de nuestra pobreza oculta. El estado más saludable del cristiano es estar siempre vacío de sí mismo y depender constantemente del SEÑOR para su sustento, ser siempre pobre en sí mismo y rico en Jesús; débil en lo personal, pero poderoso en Dios para realizar grandes hazañas.

La oración, en sí misma, independiente de la respuesta que trae, es de gran beneficio para el cristiano. Así como el corredor gana fuerza para la carrera mediante el ejercicio diario, así también nosotros adquirimos energía para la gran carrera de la vida mediante la sagrada labor de la oración.

Quien vive sin oración o con poca oración, quien rara vez lee la Palabra ni busca en el cielo una nueva influencia divina, tendrá un corazón árido y estéril. En cambio, quien se entrega a su Dios en secreto, quien pasa mucho tiempo a solas con Él, quien se deleita meditando en las palabras del Altísimo y cuya alma está consagrada a Cristo, tendrá un corazón ardiendo en fuego y rebosante. Como este tu corazón, así será tu vida.

La oración da alas a los cristianos débiles, para que aprendan a remontarse por encima de las nubes. La oración fortalece a los guerreros de Dios y los impulsa al combate. Un ferviente intercesor sale de su habitación, como el sol que se alza en el oriente, regocijándose como un atleta para completar su carrera. La oración es esa mano alzada de Moisés que derrota a los amalecitas más que la espada de Josué, Éxodo 17:11, es la flecha disparada desde la cámara del profeta como señal, que presagia la derrota de los sirios. 2 Reyes 13:17.

La oración reviste la debilidad humana con la fuerza divina, transforma la necesidad humana en sabiduría celestial y otorga a los mortales atribulados la paz de Dios.
¡El poder de la oración es ilimitado! Te damos gracias, gran Dios, por el trono de la gracia, prueba indudable de tu maravillosa misericordia. ¡Ayúdanos a usarlo correctamente durante todo el día! — C. Spurgeon

Oración final:
Señor, enséñanos a depender de Ti cada día en oración, y permite que nuestra vida sea fortalecida, guiada y encendida por Tu gracia.

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