
«Habiendo recibido ayuda de Dios, persevero hasta el día de hoy.» Hechos 26:22.
Este es el testimonio del gran apóstol de los gentiles. Muchos fueron los peligros a los que se expuso y muchas las dificultades que soportó; pero fue sostenido y llevado a través de todas ellas por la ayuda de Dios su Salvador.
Así también, Aquel que fue el Auxiliador del gran apóstol, es el Auxiliador del niño más débil de su familia, o de la oveja más débil de su rebaño. ¡Él es tu Auxiliador, amado lector cristiano! Aquel que te redimió, no con cosas corruptibles como la plata y el oro, sino con Su preciosa sangre, ciertamente te brindará la ayuda oportuna. Acude a Él, pues, en el cumplimiento de tus deberes diarios, para obtener toda la sabiduría y la fuerza necesarias.
En las preocupaciones y pruebas recuerda que tu Auxiliador está cerca. En cada hora de debilidad y tristeza, encomiéndate a su gracia sustentadora. No olvidemos que el mismo Dios que intervino repetidamente para proteger a Pablo, también está ahí para protegernos, muchas veces mediante circunstancias providenciales y personas que probablemente no conoceremos hasta que lleguemos a la gloria.
En la hora de tu aflicción, cuando la ayuda humana no sirva de nada, aférrate al SEÑOR y escúchalo cuando dice: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia». Isaías 41:10. Que esta sea tu oración diaria: «¡Sosténme, y estaré a salvo!». Salmo 119:117.
Oración final
Que cada día puedas recordar que la verdadera fortaleza proviene de la presencia constante de Dios, tu Auxiliador eterno.