
La distinción entre justos y malvados!
«Entonces volverán a distinguir entre el justo y el impío, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve». Malaquías 3:18
El profeta Malaquías habló en una época de decadencia espiritual, muy parecida a la nuestra, cuando los hombres se burlaban de Dios y de la justicia divina. Decían: «¿Dónde está el Dios de justicia?» Malaquías 2:17. En su ceguera, confundieron la paciencia de Dios con indiferencia. Sin embargo, incluso entonces, Dios tenía un remanente: unos pocos que temblaban ante su Palabra, que temían su nombre y que vivían para su gloria. De ellos dice: «Entonces los que temían al SEÑOR hablaron a menudo entre sí, y el SEÑOR escuchó y oyó». Malaquías 3:16
Aquí vemos la distinción entre los justos y los malvados: una diferencia no externa, sino interna; no temporal, sino eterna.
1.- Temían al SEÑOR. Este santo temor no es terror, sino reverencia, un don del Espíritu que inclina el corazón a la adoración y la obediencia. El temor de Dios los distinguió como aquellos que caminan por fe, no por vista.
2.- Conversaban frecuentemente entre sí. Su comunión no era frívola, sino sagrada, arraigada en Dios y sostenida por el amor a Él. Como brasas reunidas, su conversación ardía con más fuerza en la fría noche de la incredulidad. En estas humildes asambleas, Dios mismo estaba presente: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Mateo 18:20
3.- Meditaban en Su Nombre. Mientras otros llenaban sus mentes con ganancias y placeres personales, estos creyentes se deleitaban meditando en Dios y considerándolo como el tema más dulce de sus contemplaciones. ¿Y cuál fue la respuesta del SEÑOR? La Escritura dice: «El SEÑOR escuchó y oyó». Cada susurro de fe, cada anhelo, cada palabra de aliento, quedó registrado en su libro de memoria. Los justos no fueron olvidados; fueron inscritos, amados y atesorados.
Luego viene la gloriosa promesa: «Serán míos, en el día en que yo reúna mi tesoro especial» Malaquías 3:17. ¡Qué consuelo! El SEÑOR mismo reclama a su pueblo escogido y redimido como sus joyas preciosas. Aunque ahora sean olvidados, afligidos o despreciados, en ese gran día final del juicio, «resplandecerán como el sol en el reino de su Padre». Mateo 13:43
Llegará el día en que el SEÑOR establecerá una distinción justa, definitiva, completa y eterna entre justos y malvados. Ya no prosperarán los orgullosos mientras los humildes sufren; ya no se cuestionará la justicia de Dios entre los burladores. Los libros serán abiertos y todo secreto saldrá a la luz. Los fieles serán entonces propiedad de Jesús mismo como su «tesoro especial». Los malvados experimentarán entonces todo el peso de su santo juicio. «Irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.» Mateo 25:46
– Charles Spurgeon
Oración final
Señor, mantén nuestro corazón firme entre los justos, que podamos vivir con reverencia, fidelidad y esperanza, aguardando el día glorioso en que Tú hagas definitiva Tu perfecta justicia.