
«Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Jesús, un sacrificio de alabanza», Hebreos 13:15
Nuestra relación con el SEÑOR y Dios, merece toda nuestra alabanza, adoración, gratitud, como pecadores perdonadas, redimidos por la sangre de Jesús, que disfrutan de comunión con Él, bendecidos con toda bendición espiritual, designado para reinar con Él y gozar eternamente de Él. Alabarle dispone y eleva el espíritu y la mente a lo celestial; produce una satisfacción sagrada, imparte un gozo indescriptible y previene muchos males. Nos acerca al SEÑOR, aparta el espíritu del mundo y dirige nuestros afectos a las cosas celestiales.
«Ofrezcamos siempre a Dios, un sacrificio de alabanza», es decir, “Alaben sin cesar”, con acciones de gracias, no solo en los buenos tiempos, sino también en tiempos de grandes problemas y dificultades. El olor grato en el altar de nuestro corazón debe ascender al cielo día y noche, desde el principio hasta el final del año. Quien somete su vida por completo a la guía del SEÑOR y se esmera en honrarlo con sus palabras y acciones, ofrece un sacrificio que Dios acepta por medio de Jesucristo.
«El sacrificio de alabanza», formó parte del propósito de Dios en nuestra regeneración, como está escrito: «Este pueblo que he formado para mí, proclamará mi alabanza». Este es el propósito de Dios en nuestra liberación de la culpa, esclavitud y temores; entonces Jesús nos da «el manto de alabanza en lugar del espíritu abatido» Isaías 61:3. Este es el mandato de Dios: «¡Alaben al SEÑOR, naciones todas, alabenlo!». Salmo 117:1
Nuestras alabanzas deben ser con nuestro entendimiento, voluntad y afectos. El corazón es la lámpara, la gracia el aceite, el gozo el fuego, y la alabanza la llama que asciende a nuestro Amado SEÑOR, que ilumina al verdadero cristiano, y mientras arde canta para gloria de Dios: «Bendeciré al SEÑOR en todo tiempo; Su alabanza estará en mi boca.» Salmo 34:1 Alma mía, suplica la gracia de tu SEÑOR, para que puedas «ofrecer siempre sacrificios de alabanza, que es el fruto de los labios que confiesan Su nombre».
¡Que el SEÑOR abra nuestras bocas para que nuestros labios proclamen su alabanza! Recordemos siempre Sus favores temporales: la salud, el vestido, el alimento, el hogar, familia y amigos, la luz. Y Sus favores espirituales: Su amor eterno, la redención por Su preciosa sangre, la regeneración por el Espíritu Santo,el gozo, la libertad por el Evangelio, la paz, la fe. Sus promesas que consuelan y sustentan, Sus advertencias que nos alertan, Su dulce presencia en el corazón; y otras muchas misericordias que combinadas, nos motivan a decir: «¡Te exaltaré, mi Dios, mi Rey, Y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre! ¡Cada día te bendeciré! Salmo 145:1-2. -James Smith
Oración final
Señor, enséñanos a vivir cada día con un corazón lleno de alabanza y gratitud, para que nuestra adoración sea un sacrificio agradable delante de Ti. Amen.