
“Yo soy el que escudriña las mentes y los corazones, y les daré a cada uno según sus obras.”
Apocalipsis 2:23
El conocimiento perfecto de Dios es como la columna de nube que guió a Israel fuera de Egipto y a través del desierto: es oscura y causa terror a sus enemigos, pero luz y consuelo para sus hijos.
«¡Oh SEÑOR, tú conoces mis pecados y necedad! Nadie más lo hace. Nadie más lo hará jamás. ¿Cómo podría mirar a alguien a la cara, si pensara que sabe lo que pasa en mi corazón o lo que se maquina en las cámaras de mi imaginación interior?»
Solo el SEÑOR puede escudriñar el corazón. Solo Él conoce lo peor de nosotros, y solo Él conoce lo mejor; pues lo mejor y lo peor, ambos están ocultos en el mismo corazón. El ojo de Dios ve cada motivo, cada pensamiento, cada deseo y cada acción. Su ojo penetra esa misteriosa parte de nuestra naturaleza llamada imaginación, donde a menudo se forman cuadros y escenas tan terribles o impuras.
«¡Oh Dios, Tú conoces mi insensatez, y mis transgresiones no te son ocultas!» 📖 Salmo 69:5
¡Qué corrientes de inmundicia moral fluyen a veces del corazón a la imaginación! ¡Qué difícil contenerlas! ¡Qué profunda contaminación hay dentro de nosotros! ¡Qué olas de corrupción se levantan en nuestro interior!
Poco imagina el cristiano lo que el ojo santo de Dios ve dentro de él, y lo que sus propios ojos descubrirán un día, llenándolo de vergüenza, alarma y humildad. Entonces dirá con Job: “¡Miren, soy vil!” y con Isaías: “¡Ay de mí! ¡Estoy perdido!”
«¿Qué más puedo decirte? Tú conoces a tu siervo, oh SEÑOR Soberano.» 📖 2 Samuel 7:20
Pero bendito sea Dios, la justicia de Jesús lo cubre todo y lo oculta todo, y la gracia y el Espíritu de Dios limpiarán finalmente todo el montón de inmundicia que hay en nosotros. Ahora nuestras iniquidades son perdonadas y nuestros pecados cubiertos.
Pero llegará el día en que nuestra naturaleza será perfectamente purificada, blanca como la nieve que cae.
— James Smith
💫 Oración final:
Señor, Tú que conoces mi mente y mi corazón, límpiame con tu Espíritu y cúbreme con la justicia de Cristo. Examíname, purifícame y hazme santo para Ti. Amén.