
14 OCTUBRE
«Levántate, resplandece; porque ha llegado tu luz, y la gloria del SEÑOR ha amanecido sobre ti.»
Isaías 60:1
La venida de Cristo al mundo es un llamado a «levantarse» para todos los que escuchan de Su revelación. Despertar del sueño de la ignorancia, del sueño de la irreflexión, del sueño del pecado, que son, en verdad, el sueño de la muerte; y dedicarse a los asuntos que Dios les ha designado que realicen para sí mismos y para Él. No duermas mientras los rayos de la bondad divina fluyen sobre ti. Levántate, cumple con los deberes y disfruta de las ventajas de un día inundado por el sol del amor y la misericordia del SEÑOR.
Fuimos amados por nuestro Dios desde la eternidad, predestinados a vida eterna, comprados con la preciosa Sangre de Jesús, ayudados por el Espíritu de Dios y habitados por Él; trasladados de las tinieblas a Su luz admirable, «no somos de la noche ni de las tinieblas; Por tanto, no durmamos como los demás, sino estemos alerta y seamos sobrios» 1 Tes.5:5-6. No nos dejemos llevar por los afanes y preocupaciones de este mundo, no perdamos el sentido de urgencia que genera mantener el fin de este mundo en la mira, y a Jesús como prioridad. Mateo 24
«Resplandece». Refleja los rayos de la bondad del SEÑOR. Deja que el amor de Dios sea “derramado en tu corazón”, de tal manera que fluya su resplandor en cada una de tus palabra y acciones, para que bendigas el círculo en el que vives. No seas como un cuerpo opaco, obstruyendo los rayos y proyectando una sombra sobre tu esfera; pero sé un espejo, para reflejar cada rayo que cae.
«Porque ha venido tu luz». La revelación de Dios en Jesucristo fue una luz para la humanidad: «El pueblo que andaba en la oscuridad vio una gran luz; una luz ha brillado para los que vivían en sombras de muerte.» Mateo 4:16. Cristo, la gran luz, ha resplandecido Isaías 9:1; El SEÑOR, el Sol de Justicia, difunde sus rayos por el universo entero. Por esto, ¡revistámonos de Él para recibir su calor! Como reparación para cuantos están en tinieblas ha venido Cristo, porque nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de Su Hijo amado, Colosenses 1:13.
La luz de Cristo nunca la perderás: «Tu sol no se pondrá jamás ni te será quitada la luna; porque el SEÑOR será luz eterna para ti, y los días de tu duelo se acabarán.» Isaías 60:20. La luz que Dios te ha dado nunca te será arrebatada. Por gracia, te has aferrado a lo que nunca perderás; y Jesús te ha aferrado, nunca te dejará escapar de su control, porque dijo: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano» Juan 10:27-28.
La gloria del SEÑOR ha amanecido sobre nosotros una vez en la encarnación y expiación de nuestro SEÑOR. El creyente que vive con devoción y pureza, que tiene su atención en las cosas de arriba y no en las de la tierra, Colosenses 3:2, se asemeja a Cristo. En cuanto mantiene en Él el resplandor de una vida consagrada, como un astro muestra a los demás el camino que lleva a Dios: «Entonces los justos brillarán como el Sol en el reino de su Padre». Mateo 13:43.
Oración final: SEÑOR, que tu luz ilumine cada rincón de mi vida. Despiértame del letargo espiritual y hazme reflejar tu gloria en mis palabras, mis acciones y mi amor hacia los demás. Que yo viva cada día resplandeciendo con la luz de Cristo, hasta que Tu gloria cubra toda la tierra. Amén.