La fe que derriba muros

OCTUBRE 9

«…Al séptimo día ustedes marcharán alrededor de la ciudad siete veces, y los sacerdotes tocarán las trompetas… Entonces, la muralla de la ciudad se vendrá abajo.»
📖 Josué 6:4-5

Dios le dio a Josué órdenes muy inusuales, él debió pensar: ¿Por qué dar vueltas y no luchar? ¿Por qué la espera? ¿Por qué siete días en lugar de uno? Puede ser que mientras Israel marchaba durante esos días, la gente de Jericó comenzó a burlarse y a insultar a los israelitas; debieron haber pensado que Israel tenía miedo. Incluso Israel no sabía qué esperar. El éxito de la misión dependía de su obediencia absoluta e incuestionable al plan de Dios, por extraño que pareciera, ya que Él mismo era quien entregaría Jericó a Israel, lo que significaba entrar finalmente en la tierra prometida tras cuarenta años de desobediencia en el desierto.

Quizás el primer día lo manejaron con la idea de que era un plan para intimidar a los de Jericó; pero a medida que pasaban los días, reflexionaron diciendo: ¡Cuánto necesitamos recordar que nuestros caminos no son los caminos de Dios! Nuestros planes insignificantes pueden no ser Sus planes TodopoderososIsaías 55:8-9. Les tomó siete días darse cuenta de que era completamente imposible para ellos conquistar Jericó por su cuenta; comprendieron que solo Dios podía hacerlo.

«Cuando somos sinceros y fieles a Dios, podemos contar con su presencia y ayuda. Es al creyente consagrado y obediente al que se le da la visión de Cristo, como Aliado y ‘Comandante del ejército de Dios’.» Josué 5:14.
Aquí había tres ejércitos reunidos: la muralla de Jericó, el de los cananeos, el de Israel y el de los ejércitos celestiales, esperando para guerrear contra los espíritus malignos que gobernaban las tinieblas de la tierra: «Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales.» Efesios 6:12. — F.B. Meyer

De este pasaje aprendemos que mientras creamos que podemos resolver un problema solos, nos perdemos los recursos infinitos de Dios. A veces, Dios permite que demos siete vueltas alrededor de un problema hasta que reconozcamos que con nuestras propias fuerzas no podemos vencerlo. Josué participó en la batalla de Jericó, al igual que sus hombres. Pero el verdadero combatiente fue Dios, quien luchó y cumplió Sus propósitos mediante la obediencia de su pueblo.

El muro de Jericó cayó “no con fuerza ni poder humano, sino con el Espíritu de Dios” Zacarías 4:6. La total ausencia de cualquier esfuerzo militar por parte de los israelitas destaca la parte más importante de esta historia: Jericó fue conquistada por la fe Hebreos 11:30, pues “la batalla no es nuestra sino de Dios.” 2 Crónicas 20:15.

Oración final: SEÑOR, enséñame a obedecer tus instrucciones, aunque no las entienda del todo. Que mi fe permanezca firme mientras marcho alrededor de mis murallas, confiando en que Tú eres quien pelea por mí y derriba todo obstáculo con Tu poder.

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