
SEPTIEMBRE 19
Jesús dijo: «Porque Yo vivo, ustedes también vivirán». Juan 14:19
¡Creyente! Lee en estas palabras de Jesús tu glorioso título de propiedad, tu herencia eterna. Tu Salvador vivo es la garantía de tu vida. ¡Nos habla con ternura! Su vida eterna es todo lo que nos separa de la ruina eterna. Pero con Cristo como nuestra vida, ¡cuán inviolable es nuestra seguridad! El gran Sol debe primero apagarse, antes de que pueda oscurecer a sus discípulos resplandecientes. Satanás debe primero arrancar la corona de esa Cabeza glorificada, antes de poder tocar una sola joya en la corona de su pueblo. No pueden sacudir un pilar sin sacudir primero el trono.
¿Está tu vida ahora «oculta con Cristo en Dios«? ¿Conoces la dicha de una unión vital y viva con un Salvador vivo y vivificante? Puedes decir con humilde y gozosa confianza, en medio de la inestabilidad de tus propios estados y sentimientos siempre cambiantes: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí» Gálatas 2:20.
«¡Jesús vive!» ¡Son las palabras de vida eterna más felices que un alma y un mundo perdidos pueden oír! Job, hace cuatro mil años, se regocijó en ellas cuando dijo: «Sé que mi Redentor vive» Job 19:25. Juan, en su exilio en la Isla de Patmos, se regocijó en ellas. «Yo soy el que vive» Apocalipsis 1:18, fue la sencilla pero sublime expresión con la que ese mismo Jesús se dirigió a él cuando apareció revestido del esplendor de su humanidad glorificada.
«Este es el testimonio», como si la declaración abarcara todo un evangelio: «Que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo» 1 Juan 5:11. Pablo comienza el capítulo 8 de Romanos con la mejor representación del privilegio cristiano jamás dibujada diciendo: «Ninguna condenación» y termina con «nada nos podrá separar», ¡porque la vida del creyente está integrada con la de su adorable Cabeza y Fiador, Cristo Jesús!
El Corazón colosal de la humanidad redimida late en el trono, enviando sus poderosas pulsaciones a través de cada miembro de su cuerpo. De modo que, la vida espiritual del creyente no puede ser destruida por ninguna circunstancia. Bendito Jesús, «Tu palabra es muy pura; por eso tu siervo la ama«. «Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano» Juan 10:28.
ORACIÓN:
Señor Jesús, Redentor vivo y victorioso, gracias porque tu vida eterna es nuestra seguridad y esperanza. Afirma mi fe en tu poder de resurrección, para que viva unido a Ti, con gozo y confianza, sabiendo que nadie podrá arrebatarme de tu mano poderosa. Amén.