Que tu Espíritu Santo me guíe como guiaste a Moisés

SEPTIEMBRE 15

El ángel del SEÑOR se le apareció en una llama de fuego, en medio de una zarza ardiente… Y lo llamó Dios, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.» Éxodo 3:2 y 4.

Moisés era un anciano de ochenta años. Durante cuarenta años había disfrutado del favor de la corte. Hijo de palacio, renombrado en hechos y palabras, elocuente al hablar, erudito en la más alta cultura de su época, acostumbrado a liderar ejércitos victoriosos en el campo de batalla o ayudando a levantar pirámides o ciudades, todo lo que el mundo antiguo podía ofrecer estaba a sus pies. Hechos 7:22; Hebreos 11:24-27.

Pero a esto le siguieron otros cuarenta años de exilio, pobreza y angustia. En lugar de las riquezas de Egipto, se dedicó a cuidar las ovejas de otro y los años transcurrieron lentamente en la oscuridad. Era un hombre decepcionado y perplejo. Su propio testimonio fue que cuando la vida de un hombre llega a los ochenta años, que es molestias y trabajos según dice el Salmo 90:10.

Una tarde, de repente, un espino común apareció envuelto en llamas del Espíritu Santo. El resplandor era puro y claro, «al fijarse Moisés, vio que la zarza ardía en fuego, pero la zarza no se consumía.» No es de extrañar que se levantara del refugio que lo protegía del sol y se acercara para contemplar este gran espectáculo. Entonces oyó esa Voz de Dios, familiar para todos los corazones puros y humildes, que le indicó que el fuego no era una llama cualquiera, sino la prenda y señal de la Presencia de Dios.

No debemos suponer que había más de Dios en ese arbusto común que en el paisaje circundante. Era simplemente la concentración de Su Presencia, que siempre había estado ahí, como siempre está en todas partes. ¡Dios está tan cerca de cada uno de nosotros como lo estuvo de Moisés en ese momento! ¡Toma esto en serio, alma desamparada, abatida e indefensa! ¡Ánimo! Dios viene a ti, aunque humillado y quemado, ¡y al borde de tu desesperación! Te envuelve, te penetra y se concentra en tu necesidad, diciendo: «YO SOY«, dejándote llenar su cheque en blanco y reclamar lo que más necesitas. «Porque los montes se moverán y las colinas se moverán, pero su bondad no se apartará de ti». – FB Meyer

ORACIÓN: Oh SEÑOR, algunos de nosotros te necesitamos desesperadamente; nos hemos decepcionado muchas veces en cosas que pensamos que nos traían provecho y satisfacción. Cuando estemos más absortos en nuestros asuntos importantes, que Tu Presencia se manifieste en nosotros. Que comprendamos que no vagamos sin rumbo por el desierto sin camino, porque Tú nos guías. Que cada arbusto común arda con tu presencia SEÑOR. Amén. – FB Meyer

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