
AGOSTO 28
«El SEÑOR prueba a los justos.» Salmo 11:5
El Señor prueba a los justos, no los aborrece. Todas las circunstancias de nuestra vida están bajo el control de la providencia de Dios, y por eso, toda prueba que enfrentamos proviene de Su sabia mano. Desde el trono de Su soberanía, las pruebas salen como ejércitos preparados, con armadura y orden. Incluso las misericordias que recibimos —como las rosas— traen consigo sus espinas.
El creyente puede naufragar tanto en mares de prosperidad como en ríos de aflicción. Ningún lugar está libre de tentaciones: nuestras montañas no son demasiado altas ni nuestros valles demasiado bajos para evitarlas. Sin embargo, ninguna gota de dolor cae sin que Dios lo ordene primero. Cada prueba tiene un propósito: purificar nuestra fe, probar nuestra autenticidad y fortalecer nuestra dependencia en la gracia divina.
En Su amor perfecto, el Señor valora tanto la fe de Su pueblo que no los libra de las pruebas, sino que las usa para hacerla crecer. Como el oro necesita pasar por el fuego para ser purificado, así también la fe debe ser probada para resplandecer en medio de la aflicción. Somos como árboles que echan raíces más profundas cuando el viento los sacude, aferrándose con más fuerza a las promesas del pacto eterno.
La comodidad mundana puede debilitar el valor y quebrar el coraje espiritual; en cambio, la aflicción nos despierta y nos impulsa a buscar más a Cristo. El trigo debe ser trillado para mostrar su valor; de igual manera, el creyente debe ser probado para dar fruto y ser útil en las manos de Dios.
Por eso, es bueno que el Señor pruebe a los justos, porque las pruebas no nos destruyen, sino que nos enriquecen para Dios y nos hacen depender enteramente de Él. – C. H. Spurgeon
🙏 Oración: Padre celestial, gracias porque en tu amor me pruebas para fortalecer mi fe. Ayúdame a confiar en ti en medio de cada dificultad y a recordar que tus pruebas no buscan destruirme, sino purificarme para tu gloria. Amén.
Amen