Te corregiré justamente.

AGOSTO 25

Te corregiré justamente.» Jeremías 30:11

Aquí encontramos un pensamiento misericordioso y alentador de Dios en tiempos de prueba: «Te corregiré». Algunas versiones traducen «te castigaré». El Señor no oculta que enviará aflicciones, que someterá a su pueblo a la disciplina divina. Él nos conoce demasiado bien, y nos ama demasiado como para permitirnos caminar sin dificultades, bajo un sol ininterrumpido y un mar siempre en calma. La piedra áspera necesita pulirse, la cuerda musical debe tensarse para producir dulces sonidos; pero todo está en su justa medida.

En medio de nuestras turbulencias, en el mar de la prueba, ¡qué reconfortante es recordar la seguridad de la Palabra!: «Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda» (Salmo 142:3). Dios adapta el yugo al cuello, ajusta cada corrección a nuestro carácter, nuestras necesidades y nuestras fuerzas. Cada prueba es medida cuidadosamente en la balanza de la justicia perfecta.

No hay arruga innecesaria en ninguna frente, ni una sola lágrima de más en la copa del sufrimiento. Aquel que da color a cada flor y forma cada gota de lluvia, también moldea cada lágrima en nuestros ojos y permite cada dolor con un propósito. A diferencia de un padre humano que puede errar en la corrección, nuestro Padre celestial dice: «Yo soy el SEÑOR tu Dios, que te enseña para provecho, que te guía por el camino en que debes andar» (Isaías 48:17).

«Él te enseña para tu propio beneficio.» Con demasiada frecuencia, en medio de la tristeza, buscamos solo consuelo. Pero Dios tiene un propósito mayor: «Él nos disciplina para nuestro provecho, para que participemos de su santidad» (Hebreos 12:10). La prueba es una oportunidad para recibir grandes bendiciones espirituales y glorificar al Señor.

Así como de las antiguas especias molidas surgía el incienso fragante, y la rosa marchita desprende su aroma más dulce, también de las pruebas nacen frutos de justicia y gracia. Donde hubo dolor y desolación, el Espíritu de Dios hace brotar racimos de vida y testimonio para Su gloria.

Es cierto que muchas veces no comprendemos la medida de la corrección divina. A simple vista puede parecernos dura o incluso incomprensible. Pero la Escritura afirma: «Ningún castigo presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados» (Hebreos 12:11).

Por eso, en medio de la prueba, el creyente puede decir con Cristo: «Sí, Padre, porque así te agradó» (Mateo 11:26) y «No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42). Porque «vuestro Padre celestial sabe de qué tenéis necesidad» (Mateo 6:8). – John MacDuff


🙏 Oración: Padre amoroso, gracias porque tu corrección es siempre justa y llena de propósito. Ayúdame a recibir tu disciplina con humildad, confiando en que de cada prueba brotarán frutos de justicia para tu gloria. Amén.

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