Humildad ante Dios: el camino hacia la justificación

AGOSTO 22

«Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos.» Lucas 18:11

Esta no fue una verdadera acción de gracias sino una auto alabanza. ¡Con qué frecuencia florece el gran ego humano!: «No soy como los demás». El orgullo espiritual es sutil; Satanás engaña al hombre para que se enorgullezca de sus virtudes aparentes. Lo trágico es que aquel que juzga a otros no percibe que él mismo es un pecador necesitado de gracia. Toda su devoción giraba en torno a sí mismo.

Recuerda: «La única vez que podemos agradecer a Dios por ‘no ser como los demás’, es cuando atribuimos el contraste a Su gracia» (1 Timoteo 1:12). Nunca olvidemos que aquellos que serán justificados y aceptados por Dios son precisamente quienes reconocen que no son nada sin Cristo. – FB Meyer

«El Señor aborrece a los de corazón altivo» (Proverbios 16:5). El orgullo espiritual, ese “demonio blanco”, puede nacer incluso de los deberes religiosos y de las buenas obras. Este orgullo incapacita al hombre para recibir las bendiciones del Evangelio, y es el gran obstáculo que el Espíritu Santo derriba en el corazón humano.

El fariseo, al mirar el pecado de los demás, no vio su propio pecado: la soberbia espiritual. Este es el más peligroso de los pecados, porque se opone directamente a la gracia y a la salvación. Jesús dijo: «Les digo que el cobrador de impuestos volvió a su casa justificado, pero el fariseo no» (Lucas 19:14). La Palabra también nos recuerda: «¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios?» (1 Corintios 6:9-10).

Por eso debemos cuidarnos de confiar en cualquier cosa que no sea la sangre expiatoria de Jesucristo, única que perdona, justifica y salva. Ninguna obra, ninguna comparación con otros, ninguna virtud externa puede reemplazar el poder redentor de Cristo.

Cuando te acerques a Dios en oración, recuerda quién es Él: Santo, majestuoso y eterno. Y recuerda quién eres tú: un pecador necesitado de misericordia. Reconoce tu miseria y habla desde lo más profundo de tu corazón a Aquel que puede librarte. Si caes en pecado de palabra, pensamiento u omisión, humíllate ante tu Maestro, y pide que no permitas caer de nuevo por negligencia. Y aunque seas débil, no dejes de orar: tu clamor humilde será aceptado por el Señor. «Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 18:14). – J. Schmitt


🙏 Oración: SEÑOR Jesús, líbrame del orgullo espiritual y enséñame a reconocer que sin tu gracia nada soy. Hazme humilde delante de tu presencia, que mi confianza esté solo en tu sangre preciosa que perdona, justifica y salva. Amén.

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