La comunión con Cristo: vivir en Su presencia cada día

AGOSTO 15

Fiel es Dios, por medio de quien fueron llamados a la Comunión con su Hijo Jesucristo, SEÑOR nuestro». 1 Corintios 1:9

La unión con Dios es la base de la comunión con el SEÑOR; pues ¿pueden caminar dos juntos si no están de acuerdo? Amós 3:3. ¡Oh, entonces, únete al SEÑOR y sé un solo espíritu con Él! Pero, alma mía, no confundas la comunión, pues no reside en una profesión ferviente, ni en el cumplimiento de los deberes cristianos, como leer, escuchar, orar o alabar, aunque se disfruten en ellos; ni en las mayores habilidades y los talentos más brillantes; ni en las elevadas expresiones en la oración; ni en el conocimiento de las cosas divinas.

La comunión es morar en y con el SEÑOR y el SEÑOR morando en y con el alma. Es Su amor que se manifiesta en el alma, y el alma enamorada que se manifiesta en Dios. Dios mora en el deber con provisiones de gracia, en la meditación como su tema, y en el corazón como porción y bien supremo. Y el alma mora en el SEÑOR como su fin último. El alma que es bendecida con tal comunión y compañerismo, no conoce otro objeto para su amor; ningún otro tema para sus pensamientos, que la comunión consumada.

En comunión con el SEÑOR, el alma participa de su plenitud, se comunica de su gloria, se deleita en sus placeres, se sacia de su amor, participa de sus perfecciones comunicables, entra en su gozo y participa de la naturaleza divina. ¡Oh vida de ángeles! ¡Oh paraíso de amor! ¡Oh éxtasis de dicha, por el cual el alma se transforma a la imagen de Dios, de gloria en gloria!

El alma está siempre con Dios, ahora en oración, luego en alabanza; en meditación, en adoración. No tiene una queja que no le comunique a Dios; no tiene una pena que no le dé a conocer; no tiene un pecado que no llore ante Él. ¡Oh esa santa intimidad entre el alma y Dios! Derrama el alma en oración y lucha por la bendición: ¡No te dejaré ir hasta que me bendigas! Génesis 32:26. Esta es la vida del cielo en la tierra, Dios descendido al hombre, o el hombre elevado a Dios.

La amistad con el mundo es enemistad contra Dios (Santiago 4:4), y contra la comunión con Cristo. Entonces debo ser crucificado al mundo (Gálatas 6:14). La comunión con el SEÑOR no es asistencia habitual a la iglesia, ni un éxtasis en tiempo de alabanza y oración, para luego regresar con avidez al mundo. Es habitar en Su presencia todo el día, es mantener mi alma en un estado celestial, incluso en los asuntos terrenales debo llevar a Dios conmigo. Debo trabajar, caminar, dormir y despertar en Su presencia; y aunque mi mente vague en ocasiones, mi alma aún debe regresar al SEÑOR, como a su centro, como a su lugar de descanso.

¡Oh, el placer de esta vida de comunión con el SEÑOR! Es un cielo anticipado, con el que, en el más alto grado de perfección, todos los santos en la gloria son bendecidos. Entonces, SEÑOR, ¡inicia esta vida de comunión en mi alma, a la que soy demasiado ajeno! ¡Destruye todo lo que la impide! Y así como desearía vivir contigo en la otra vida, permíteme esforzarme por vivir contigo aquí, y de esta manera mejorar para la eternidad y prepararme para el mundo venidero. — James Meikle

Oración:

SEÑOR, enséñame a vivir cada día en tu comunión, a disfrutar de tu presencia en lo cotidiano y a prepararme desde ahora para la eternidad contigo.

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