El tesoro de Su Palabra

JULIO 21

«Me deleitaré en tus estatutos, y no olvidaré Tu Palabra» Salmo 119:16

La fuente de la verdad divina es el SEÑOR Jesucristo. El depósito de la verdad divina son las Sagradas Escrituras. La morada apropiada de la verdad divina es el corazón del pecador. Y el sagrado revelador de la verdad es el Espíritu Santo. La Biblia contiene toda la verdad necesaria, y nada más que verdad. Fue escrita expresamente para los pecadores. Dios se la da gratuitamente para que aprendan las cosas que contribuyen a su paz y salvación eternas.

La Biblia nos muestra claramente que la salvación es por gracia, o no debe serlo en absoluto (Efesios 2:8-9). Revela el camino de la salvación por Jesucristo. Nos informa que por la Fe en Jesús, podemos levantarnos y escapar de la condenación eterna. Nos presenta la provisión de la misericordia divina, y las promesas del amor eterno. Nos presenta un Salvador perfecto que nos libra del pecado, que nos da la salvación como un regalo inmerecido de Dios, para ser disfrutada por la fe, y manifestada por las buenas obras.

La Biblia exhibe los propósitos misericordiosos de Dios, sus promesas misericordiosas y sus sabios preceptos. Expone los pensamientos de Dios, los secretos de la eternidad, los designios del amor eterno, el método de salvación, los privilegios y la gloria del santo, el estado, la condición y la terrible condenación del pecador.

Contiene la mente de Dios, enseña las evidencias genuinas del cristianismo verdadero, es una regla de vida completa, es la carta de los privilegios del cristiano, es el cofre que contiene las joyas de las promesas de Dios, es la luz que ilumina nuestro camino en este mundo oscuro. Hay una majestad en la Palabra de Dios que el creyente percibe, y una excelencia y gloria que el pecador instruido por el Cielo descubre.

El verdadero cristiano aprende las doctrinas de la Biblia con satisfacción, cree sus promesas con gozo, recibe las advertencias con temor, escucha las exhortaciones con placer, sigue los preceptos con deleite, la lee y estudia con reverencia y diligencia, y suplica la enseñanza y guía prometidas del Espíritu Santo para comprenderla. Cuídate de menospreciar, despreciar o descuidar la Biblia. Léela a diario y medita continuamente en lo que te revela. – James Smith

🙏 Oración final: Padre, gracias por tu Palabra. Ayúdame a deleitarme en ella cada día, a guardarla en mi corazón y a vivir conforme a sus enseñanzas.

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