
JULIO 9
Alfarero y su obra perfecta
📖 «Tal como el barro en manos del alfarero, así son ustedes en Mi mano, casa de Israel.»
— Jeremías 18:6
Estas palabras, dirigidas originalmente a Israel, son también una poderosa verdad para cada creyente hoy. Tú y yo estamos en las manos de Dios, como barro en manos del alfarero. Él tiene control total, autoridad absoluta y un propósito eterno para nuestras vidas.
Nada escapa a su vista, ni a su soberanía. Somos formados por Dios, no según nuestras ideas, sino conforme a Su voluntad perfecta, buena y agradable. Tal como lo vemos en la naturaleza, en los momentos de prueba, o en la obra redentora en Cristo, Dios moldea, corrige, rehace y transforma a quienes ama.
🧱 Vasos dañados, redimidos por gracia
Venimos a Él como vasijas rotas —sin forma, sin valor aparente, sin propósito claro— pero el Alfarero celestial no desecha el barro. Él lo vuelve a amasar, lo moja con su misericordia, lo suaviza con su Espíritu, y lo pone sobre la rueda de Su voluntad.
«Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras.»
— Efesios 2:10
Toda transformación genuina en nuestra vida espiritual proviene de Dios. Solo Él puede cambiar la naturaleza del pecador, darle nuevo corazón, nuevo espíritu y nuevo propósito. El barro no se forma a sí mismo; necesita la mano firme y sabia del alfarero.
🔥 El horno de la prueba
A veces, ese proceso incluye el horno de la aflicción. Allí, en medio del dolor o la confusión, Dios templa el carácter, fortalece la fe y elimina impurezas. El horno no es para destruir, sino para consolidar la obra que Él comenzó.
«Pero, ¿quién eres tú, oh hombre, para que alterques con Dios? ¿Dirá lo que está formado al que lo formó: ‘¿Por qué me hiciste así?’»
— Romanos 9:20
Aprender a rendirnos a la voluntad de Dios, no solo aceptarla, sino admirarla, es un acto de fe profunda. Es reconocer que su soberanía es amorosa, que su diseño es perfecto, y que no hay lugar más seguro que en las manos del Alfarero eterno.
🙏 Oración Final
Señor mi Dios, reconozco hoy que soy barro en tus manos. A veces me resisto, otras me quejo, pero tú, con paciencia, sigues formándome. Haz de mí una vasija útil, moldeada no por mis deseos, sino por tu sabiduría perfecta.
No quiero vivir peleando con tu voluntad. Ayúdame a amar tu soberanía, a confiar en tus decisiones, y a rendirme con humildad a tu obra en mí. Si necesitas quebrarme para volverme a hacer, hazlo, Señor, porque sé que todo lo haces con amor.
Gracias por no desecharme cuando estuve roto, y por mostrarme que incluso los fragmentos en tus manos tienen propósito. Termina la obra que comenzaste en mí.
En el nombre de Jesús, amén.
✍️ James Smith – Devocional adaptado para reflexión espiritual y búsqueda en línea.