Dios resiste a los soberbios: una advertencia sobre el orgullo espiritual

JUNIO 30

“Dios puede humillar a los que andan con soberbia.”
— Daniel 4:37

Este poderoso versículo, salido del testimonio del rey Nabucodonosor, es una advertencia directa contra el orgullo espiritual, la autosuficiencia y el deseo de ocupar un lugar que solo le corresponde a Dios. Cuando el ser humano se engrandece y desarrolla lo que Tony Evans llama un “teo-ego”, comienza su descenso inevitable hacia la ruina.

“Cuando creces tanto que crees que no necesitas a Dios, más vale que te preparen una habitación en el sanatorio, porque ya perdiste la cabeza.”
— Tony Evans

La soberanía de Dios no puede ser burlada. Él exalta al humilde y resiste al soberbio. “Él pone reyes y los derriba” (Daniel 2:21), y Nabucodonosor lo aprendió de la forma más dolorosa. Su orgullo lo volvió como una bestia, y hasta que levantó sus ojos al cielo y reconoció la gloria del Altísimo, no recobró su cordura.

Ejemplos bíblicos de destrucción por orgullo

El orgullo es un enemigo letal de la vida cristiana, es la raíz de todos los pecados. En la Biblia vemos cómo el orgullo precede a la caída:

  • Senaquerib perdió su ejército.
  • Herodes perdió la vida.
  • Coré, Datán y Abiram fueron tragados por la tierra.
  • Absalón murió colgado en un árbol.
  • Saúl fue consumido por su odio.
  • Roboam perdió el reino.
  • David, llevado por su orgullo, causó la muerte de 70.000 personas por censar al pueblo.
  • Jonás terminó en el vientre de un gran pez.

Al respecto dijo Spurgeon: «Almas orgullosas, continúen en sus caminos orgullosos, pero sepan que terminarán en destrucción».

Aún los creyentes sinceros pueden caer en este pecado. Por eso el apóstol Pablo recibió un “aguijón” en su carne, para no que se exaltara por las grandes revelaciones que Dios le había dado (2 Corintios 12:7).

“Por la gracia de Dios soy lo que soy.” — 1 Corintios 15:10

Esa debe ser también nuestra actitud. Todo lo que somos y poseemos es un regalo de Dios. No hay espacio para la jactancia, ni en el ministerio, ni en los logros espirituales, ni en los dones. La humildad cristiana es la señal de una vida que entiende que todo proviene de la mano del Altísimo.

 El orgullo también infecta a los religiosos

Como el fariseo de Lucas 18:9-11, muchos hoy confían en su propia justicia. Y como Diótrefes (3 Juan 9), desean tener preeminencia. Se sienten espiritualmente superiores, juzgan a otros y exhiben sus dones con orgullo. Pero Jesús fue claro:

“El que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.”— Mateo 23:12

Este orgullo religioso impide la obra del Espíritu, endurece el corazón y apaga la verdadera devoción. Es destructor de la pureza espiritual y la comunión genuina con Dios.

Reflexión: cómo vencer el orgullo

El orgullo puede camuflarse como espiritualidad, liderazgo, conocimiento o rectitud. Por eso debemos velar y orar constantemente, pidiendo a Dios un corazón humilde. La gracia transformadora de Cristo no solo salva, también humilla al alma que se reconoce como nada sin Él.

Nabucodonosor solo fue restaurado cuando reconoció la grandeza de Dios, levantó su mirada al cielo y dijo:

“Bendije al Altísimo, y alabé y glorifique al que vive para siempre.” — Daniel 4:34

Ese debe ser también nuestro clamor:
“Señor, humíllame en tu presencia antes de que el orgullo me destruya.”

Al respecto dijo Spurgeon: «Almas orgullosas, continúen en sus caminos orgullosos, pero sepan que terminarán en destrucción».

Reconozcamos que toda sabiduría, autoridad, éxito o bendición proviene de Él. No somos autosuficientes. Dependemos enteramente de su misericordia.

ORACIÓN

Señor, líbrame del orgullo que endurece el corazón,
que me hace creer que puedo sin ti.
Enséñame a humillarme bajo tu mano poderosa.
No quiero ocupar tu lugar, quiero adorarte en el tuyo.
Por tu gracia, reconozco que todo lo que soy y tengo es tuyo.
Ayúdame a caminar cada día en dependencia, humildad y gratitud.
¡Amén!

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