
JUNIO 24
¡Habla, SEÑOR, que tu siervo escucha!
1 Samuel 3:9
Este devocional cristiano comienza con una poderosa oración que refleja la actitud de un corazón dispuesto a escuchar la voz de Dios. Es una imagen profunda de alguien que tiene una fe activa, que busca la dirección del SEÑOR con humildad y disposición. Escuchar a Dios no es solo oír, sino recibir con obediencia lo que Él comunica a través de Su Espíritu y Su Palabra.
La obediencia a Dios es la prueba suprema de nuestra fe y reverencia hacia Él. Esta fue la condición que el SEÑOR dio a Su pueblo para derramar sus bendiciones:
“Si tú escuchas con atención la voz del SEÑOR tu Dios, y cumples y pones en práctica todos los mandamientos… todas estas bendiciones vendrán sobre ti, y te alcanzarán.”
– Deuteronomio 28:1-2
La promesa de bendición también fue afirmada a Abraham:
“En tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.”
– Génesis 22:18
Si te has preguntado alguna vez cómo reconocer la voz de Dios, recuerda que no hay atajo: solo se logra al pasar tiempo con Él. La intimidad con Dios es el camino para desarrollar una relación espiritual profunda. Tienes la misma oportunidad que los grandes hombres y mujeres de fe en la Biblia. Así como Samuel escuchó la voz de Dios, tú también puedes aprender a hacerlo. Henry Blackaby lo expresa así:
“Samuel aprovechó cada oportunidad que tuvo para conocer a Dios. Como resultado, Dios hizo grandes cosas a través de su vida. Puede que no siempre reconozcas la voz de Dios ahora, pero sigue pasando tiempo con Él. Llegará el día en que no tendrás que preguntarte si es Dios quien te habla. Sabrás quién es.”
No se trata de esperar una voz audible, sino de afinar el oído del alma. Como dijo Tomás de Kempis:
“No espero que me hables con una voz audible, como le hablaste a Samuel; pero por tu Palabra y por tu Espíritu, todavía hablas a los corazones de tu pueblo. Háblame para consuelo de mi alma, para enmienda de toda mi vida, y para tu alabanza, gloria y honor eternos.”
Por eso oramos:
Oh SEÑOR, háblame.
Háblame al corazón, a la conciencia y a mi mente. Comunícate conmigo con palabras de instrucción, advertencia, reprensión, consejo y consuelo. Háblame como mi Salvador, recordándome tu misericordia redentora. Háblame como mi Amigo, acercándote con ternura. Háblame como mi Padre, mostrando tu amor y cuidado constante.
Cuando me abrume el pecado, recuérdame:
“He disipado como una densa nube tus transgresiones, y como espesa niebla tus pecados. Vuélvete a Mí, porque Yo te he redimido.”– Isaías 44:22
Cuando luche con mi naturaleza interior, susúrrame: “¡Yo Soy tu salvación!”– Salmo 35:3
Cuando esté en prueba, anímame con tus promesas:“No temas, porque yo estoy contigo. No desmayes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con la diestra de mi justicia.”– Isaías 41:10
Y en cada momento de debilidad, afírmame: “Mi gracia es todo lo que necesitas.” – 2 Corintios 12:9
«Habla, SEÑOR, que tu siervo escucha». Danos la capacidad de escuchar tu voz en medio del ruido del mundo, de distinguir tus palabras entre las distracciones y de obedecerte con alegría. Que este devocional sea un recordatorio de que tú sigues hablando a tus hijos hoy. Ayúdanos a reconocerte, a buscarte con fe y a responder como Samuel: «Aquí estoy, SEÑOR.»