
JUNIO 2
Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.” —Romanos 8:9
No importa cuánto tenga una persona en términos de religiosidad, conocimiento o buenas obras.
Si no tiene el Espíritu de Cristo, “no es de Cristo” (Romanos 8:9).
El Espíritu de Cristo es quien convence al alma de su profunda necesidad del Señor. No permite que una persona se conforme con ritos, emociones religiosas o apariencias externas.
Él siempre guía el corazón hacia un solo lugar:
¡La cruz de Cristo!
Es allí donde:
- El pecador fija su mirada,
- Encuentra paz,
- Es dedicado y consagrado al servicio de Dios.
Todo aquel que tiene el Espíritu de Cristo, ama profundamente la virtud, el poder y la eficacia de la cruz.
No se trata de una fe superficial, sino de una entrega real.
“Todo aquel que tiene el Espíritu de Cristo, ama, valora y aprecia en sumo grado la virtud y la eficacia de la cruz de Cristo.”
— James Smith
El Espíritu nos transforma a la imagen de Cristo
El Espíritu de Cristo obra conforme a Cristo mismo.
Jesús es el modelo que el Espíritu usa para transformarnos día a día.
A través de:
- Su Palabra,
- Las ordenanzas,
- La providencia divina,
- Y Su obra interna en nosotros,
El Espíritu imprime en nuestra alma la semejanza de Cristo.
Fijar la mirada en Jesús no es un acto pasivo: produce una transformación real y continua.
“Somos transformados de gloria en gloria, como por el Espíritu del SEÑOR.”
— 2 Corintios 3:18
Si no hemos sido guiados hacia esa necesidad de Cristo como Salvador…
Si no hemos sido llevados a Su cruz en busca de salvación…
Si no hay en nosotros un deseo creciente de ser conformados a Él…
Entonces no tenemos el Espíritu de Cristo.
Y si no tenemos el Espíritu de Cristo, no somos de Él. (Romanos 8:9)
El Espíritu de Cristo es la prueba de que le pertenecemos
No bastan las emociones, ni una reforma moral, ni decir que se es cristiano.
El Espíritu de Cristo es la verdadera prueba de que somos de Cristo.
Cuando el Espíritu habita en alguien:
- Sus pensamientos giran en torno a Jesús.
- Su corazón corre hacia Jesús.
- Su alma anhela estar con Jesús.
“…teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.”
— Filipenses 1:23
El Espíritu siempre engrandece a Cristo en nosotros y produce el más alto aprecio por Él.
Conclusión
El Espíritu de Cristo hace a su poseedor como Cristo.
No seremos perfectamente semejantes a Jesús aquí en la tierra,
pero si el Espíritu está en nosotros, viviremos con un anhelo constante por esa semejanza.
Este será el gran objetivo del alma en todo lugar, en todo momento:
¡Ser como Cristo!
— James Smith
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