MAYO 2

«¡El  Hijo es el resplandor de la gloria de Dios!» Hebreos 1:3

Cristo es la joya más rica en el camerino de la gloria! ¡Es la perla brillante de gran precio! Quien lo tiene no puede ser pobre; quien carece de Él no puede ser rico…¡Los miembros de Cristo son los más felices! ¡Los preceptos de Cristo son los más puros! ¡El amor de Cristo es el más verdadero! ¡Los consuelos de Cristo son los más dulces! ¡La recompensa de Cristo es la más alta! ¡Las riquezas de Cristo son las más preciosas! ¡La gloria de Cristo es la mayor! ¡Oh creyente, Cristo es la gloria de Dios, el paraíso de los ángeles, la belleza del Cielo, el Redentor de los hombres! – William Dyer

Por naturaleza somos orgullosos, codiciosos, mundanos, enredados en diversas lujurias y pasiones, propensos al mal, reacios al bien, fácilmente exaltados por la prosperidad, abatidos por la adversidad, irritables ante las pruebas, rebeldes ante los golpes fuertes, desagradecidos por los favores diarios de Dios y de otras maneras manifestando nuestra naturaleza vil. Para liberarnos del poder de estos abundantes males, necesitamos ser conformados a la imagen de Cristo. Y esto sólo puede lograrse contemplando su gloria por fe. «Todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del SEÑOR, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen» 2 Cor. 3:18 – JC Philpot

Fijaré todos mis pensamientos y deseos en la gloria de Cristo! Cuanto más veo la gloria de Cristo, más se marchitarán ante mis ojos las bellezas pintadas de este mundo: «Puesto que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios», Col. 3:1, y estaré cada vez más crucificado a este mundo. Se convertirá en algo muerto, imposible de disfrutar.¡Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe! Heb. 12:2 – John Owen

¡Cristo es el resplandor de la gloria de Dios en la Cruz! ¡De todas las vistas del mundo, la de Cristo Crucificado es la más dulce! Nunca me siento tan consolado, fortalecido y sostenido como al considerar la preciosa muerte y el sacrificio expiatorio de Jesucristo. Su sacrificio es el centro del círculo, el foco de la luz. No hay sustento para el corazón como el que proviene de su carne y sangre, entregadas en la angustia y en la muerte para obrar nuestra redención. Hay una fascinación divina, en sus heridas. ¡Oh qué iluminación, qué gozos, qué consuelo, qué deleite de corazón experimenta quien ha aprendido a alimentarse de Jesús, y solo de Jesús! -Spurgeon

La maravilla de las maravillas es que Jesucristo no solo libera completamente a quienes creen en Él de todos las consecuencias del pecado, sino que los eleva a la dignidad de ser coherederos con Él. Al salvarnos de esta manera, se manifestó la mayor gloria de Cristo. Contempla su humanidad pura, sin mancha alguna, compadeciéndose de nosotros en nuestras aflicciones, tentaciones, debilidades y dolores. Ahora que está en la gloria, aún nos cuida, inclinando su oído a nuestras súplicas, siempre cerca para enjugar nuestras lágrimas, proveer para nuestras necesidades, guiarnos con su consejo y, después, recibirnos en la gloria.

¡Oh qué Salvador es Jesucristo! Cuando Él es conocido, todos los demás seres quedan eclipsados. Cuando se ve Su belleza, toda otra belleza se desvanece. Cuando se siente Su amor, Él queda supremamente entronizado en los afectos. Conocerlo más se convierte en el único deseo de la mente renovada; y darlo a conocer más es el único objetivo de la vida cristiana. ¡Oh, qué Salvador es Jesucristo! -O. Winslow

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