
«Porque en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré. Lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.» Salmo 91:14
Aquí tenemos al hijo pródigo que busca y anhela la bienvenida de un padre; al prisionero que lucha por romper sus cadenas y liberarse; al pájaro herido que lucha en el surco y gime con su nota lastimera: «¡Oh, si pudiera volar lejos y descansar!» «Yo lo libraré», es el pensamiento y la declaración amorosa de un Dios invisible pero misericordioso. «No, no solo lo libraré —lo salvaré de la ira y la condenación—, sino que lo exaltaré —lo honraré con excelsos honores— lo adoptaré como mi hijo y finalmente lo glorificaré».
Con mucha frecuencia, de hecho, Él nos libera independientemente de cualquier amor previo de nuestra parte. «Porque los dones de Dios y su llamado son irrevocables» Rom.11:29. Su gracia a menudo triunfa en el caso de quienes jamás lo han buscado. Sin embargo, para quienes lo buscan, para quienes están encadenados y anhelan la liberación, quienes, por el pecado permitido o el deber omitido, están en oscuridad espiritual, exclaman en la amargura de su alejamiento: «¡Quién me diera saber dónde encontrarlo, para poder llegar hasta su trono!» Job 23:3, es alentador para ellos saber que tienen su propia promesa de liberación.
El creyente en Cantares 2:14, es bellamente comparado con una paloma en las hendiduras de la Roca. El tímido, tembloroso y errante es bienvenido en las grietas de la Roca Eterna. Puede plegar sus alas cansadas bajo la sombra del Todopoderoso; puede encontrar descanso y paz en el mismo Ser al que ha ofendido. Sí, creyente abatido, Él espera para ser misericordioso. Si ahora diriges una mirada tierna, ardiente y amorosa a tu Dios, si albergas un anhelo de que Él te devuelva su favor, «Él te librará». Este será tu testimonio, como lo ha sido el de muchos: «Pacientemente espere al SEÑOR, se inclinó a mí y escuchó mi clamor. Me sacó del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre una roca, y enderezó mis pasos». Sal.40:1-2
¿Conozco Su Nombre? Al conocer a Dios, ¿estoy en paz? ¿Siento que Su amorosa bondad es mejor que la vida? En medio de la fragilidad de mi inclinación pecaminosa, ¿me dirijo con ferviente anhelo a la fuente infinita y única que satisface, como el ciervo busca por los arroyos, donde todos los demás objetos de amor y disfrute terrenales son perecederos?.
«El nombre del SEÑOR es torre fuerte; hacia ella corre el justo y estará a salvo» Prov.18:10. Grande es la bendición de quien conoce bien ese Nombre, que el ancla de nuestro amor esté firme bajo la cruz de Cristo. El cordón de plata de la vida puede romperse en un instante; ¡pero el creyente está escondido en la hendidura de la Roca, Cristo, para siempre!. «En ti confían los que conocen tu nombre, porque tú, SEÑOR, proteges a los que te buscan» Sal.9:10.- J. Macduff