ABRIL 16

Tomó forma de siervo…. se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Filipenses 2:7-8

¡Oh! Piense en el Salvador descendiendo de las alturas de la gloria, y bajando al vientre de la Virgen; y luego descendiendo de ese humilde pesebre de Belén, incluso a la cruz y al sepulcro, ¡por ti y por mi! Sí, por nuestro bien Él toma sobre Sí la forma de un siervo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Muchos de los santos de la antigüedad solían pasar horas meditando sobre las sagradas llagas de Jesús en la cruz del Calvario; y muchos de los mártires han estado durante días dedicados a la meditación solemne sobre esas manos y pies heridos, y ese costado traspasado. ¡Oh! ¡Siéntate al pie de la cruz y estudia las llagas de Jesús! De todos los volúmenes que se hayan escrito alguna vez, ¡este volumen, impreso en carmesí sobre el puro cuerpo de Cristo, semejante a un lirio, es el mejor para leer!

Si alguno de ustedes duda de que Dios nos perdone, les pido que se paren en el Calvario, con la imaginación, y contemplen las heridas de Jesús. Contemplen sus manos y pies traspasados por los clavos, su frente coronada de espinas, y miren directamente a su corazón, donde el soldado clavó la lanza. ¡El perdón del pecado solo se encuentra en las heridas de Jesús! Sus pecados fueron expiados en la Cruz.(Se hizo maldición para bendecirnos Gal.3:13)

Permanezcan cerca de la Cruz y escudriñen el misterio de sus heridas. Solo odiaremos el pecado si vivimos más donde los gemidos del Calvario puedan llegar a nuestros oídos, y la visión de las heridas del Salvador pueda derretir nuestros corazones. Mantengan viva en su alma un profundo sentido de su deuda con Dios, y sentirán que nunca podrán hacer lo suficiente por Aquel que los ha perdonado tanto. No hay gozo sólido, ni paz sagrada en este lado del Cielo, excepto viviendo a la sombra de la Cruz y meditando en las heridas de Jesús. Cuando contemplo la maravillosa Cruz en la que murió el Príncipe de la gloria, considero mi mayor ganancia como pérdida, y desprecio todo mi orgullo.

¡No permitas, SEÑOR, que me jacte, salvo en la muerte de Cristo mi Dios! Todas las cosas vanas que más me cautivan las ofrezco a su sangre! Mira como de su cabeza, sus manos, sus pies, fluyen la tristeza y el amor mezclados! ¿Se encontraron alguna vez tal amor y tristeza, o espinas formaron una corona tan rica? Si todo el reino de la naturaleza fuera mío, sería un regalo demasiado pequeño; Un amor tan asombroso, tan divino, exige mi alma, mi vida, mi todo.- James Smith

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