
Alégrate mucho, ciudad de Sion; he aquí tu rey viene a ti, justo, y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. Zacarías 9:9
«Alégrate mucho ciudad de Sión». Ciudad de Dios, construida no por arquitectos, sino con almas de hombres. «Tu rey viene». Jesucristo viene a establecer un reino que obra en el corazón de los hombres. Su reino está en el corazón y hace de este Su morada, Su hogar. Un reino redentor, compasivo; un reino que descansa sobre bases invisibles pero inamovibles. yo coloco en Sión una piedra probada, angular, preciosa, de cimiento: «quien se apoya no vacila»Cristo como Rey da: perdón pleno y gratuito, gracia rica y abundante, coronas resplandecientes y gloriosas, por tanto ¡alégrate mucho!
Alégrate mucho porque «¡Tu Rey viene a ti!». La presencia del Rey Jesús en medio de nosotros es la principal fuente de gozo, su misma sombra es nuestro deleite. Ese deleite surge por el hecho de que Él es «tu Rey», entronizado en tu corazón, vaciado de toda confianza en ti mismo, lleno del sentido del amor de Dios, eres Suyo, Su propiedad. Toda tu fuerza, vitalidad, facultad, le pertenecen. Y viene a ti, para justificarte por Su justicia, para darte perdón por tus pecados, paz y salvación. «Él, que es tu Rey por derecho hereditario, por su elección, por su redención ¡viene a ti!»- Spurgeon
Alégrate mucho porque ¡Tu rey es Salvador! Viene a traer la salvación perfecta a los que confían en Él. ¡Salvación! ¡Qué palabra tan maravillosa; liberación de todo mal, restauración para todo bien! Viene para salvar no solo de la culpa, sino también de la práctica y del poder del pecado. Salvar fue el objeto mismo de Su venida; «El Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que se había perdido» Luc.19:10. Por tanto, debe ser saludado con hosannas, que significan «Salva, SEÑOR». Admiramos la justicia que marca su reinado y la salvación que acompaña a su dominio; y en ambos sentidos clamamos: «¡Bendito el que viene en el nombre del SEÑOR!»
El Rey de reyes, es humilde. El hijo de Dios, el Príncipe de los poderes de la tierra, no entra en un carro triunfal, ni en un majestuoso caballo de paso fino, acompañado de una magnífica cabalgata. ¡No! Viene en un asno, sin pompa o esplendor mundano; porque ni su reino, ni el de sus seguidores, es de este mundo, Jn.18:36. Él dijo de sí mismo: «Soy manso y humilde de corazón» Mat.11:29. Y este debe ser el rasgo de todos los que le siguen. En el reino de Cristo todos los poderes del cuerpo y la mente están sometidos al poder del Espíritu. «La humildad es una cualidad del alma, esta es la flor de la grandeza, es la expresión más fina del poder. La humildad no es pequeñez, insignificancia, incompetencia; la humildad es el reposo que expresa el mayor grado de grandeza».
Mira los rasgos dulces y gloriosos de tu Rey, Cristo, viene a ti justo, salvador y humilde; pregunta a tu propio corazón si los has recibido con alabanzas y hosannas, como lo hizo la gente, cuando Cristo entró triunfante en Jerusalén. Oh, permite que Cristo sea el Rey de tu corazón. Que su Espíritu Santo te de a conocerlo como el justo y salvador. ¡Que Él sea toda tu salvación y todo tu deseo! Y al conocerlo puedas y decir con el profeta: «Dios es mi salvador, confiaré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es el SEÑOR DIOS, El ha sido mi salvación». Isa.12:2
*************************************************************