
«Por lo que yo he visto, los que aran iniquidad y los que siembran aflicción, eso siegan». Job 4:8
Cualquier semilla que el hombre siembra en la tierra, cosecha de la misma clase; porque cada semilla produce su semejante. Prov. 22:8 : “El que siembra iniquidad, vanidad segará». La misma figura es empleada por el profeta: «Sembraron vientos, y segarán tempestades» Oseas 8:7 Nuestro SEÑOR expresa lo mismo, con las siguientes palabras: «Todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da malos frutos». Mat.7:16 A. Clarke Todos nuestros pensamientos, palabras y actos son semillas de bien o de mal. Contienen una cualidad que los hace crecer donde caen, reproduciéndose. Debemos tener cuidado con lo que hacemos. Tendremos que comer el fruto que crece de nuestra siembra y plantación.
La semilla que sembramos en los demás, tarde o temprano regresa a nuestro seno. ¡Lo que sembramos, eso cosechamos! Al esparcir la semilla en el campo de nuestro prójimo, también sembramos en el nuestro. Cuando Dios nos envía un amigo o un nuevo conocido, alguien que se encuentra así bajo nuestra influencia, lo hace con un propósito. Quiere que seamos una bendición para esa persona. Quiere que hablemos con palabras sanas, consejos sabios y tengamos una influencia edificante, dejando una huella en la vida que la embellezca y la bendiga.
Quien corrompe la vida de otro, corrompe aún más la suya. El tentador puede causar la caída y la ruina de otra alma, pero su maldad se ha vuelto aún más maligna al hacerlo. Todo lo bueno que hacemos fortalece el bien que hay en nosotros; y todo lo malo hace que el mal en nosotros sea más dominante. Hay una ley de justicia divina en este mundo, en la que Dios recompensa a cada hombre según sus obras. No vivimos bajo el reinado del azar. No es meramente accidental que ciertas personas que hacen el mal reciban castigo; y que ciertas personas que hacen el bien reciban recompensa.
A veces «parece» que algunos que hacen el mal no son recompensados, y que algunos que hacen el bien no reciben recompensa. Esta desigualdad de justicia es solo aparente. ¡Los tratos de Dios con los hombres no se cierran en esta vida terrenal! ¡La historia continúa por la eternidad! Con razón dice: «Quien obra mal, que siga obrando mal; quien es vil, que siga siendo vil»; Apoc. 22:11. «Está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio» Heb. 9:27.
Las providencias que Dios nos envía son también semillas para bien. Tienen un aspecto poco atractivo; se presentan en forma de pruebas, pérdidas, decepciones y dolores. Cada sombría providencia que nos llega es una semilla de bien. El bien se esconde en la áspera cubierta; pero si tomamos la semilla y la plantamos en el surco que el dolor ha abierto en nuestro corazón: «Ninguna disciplina al presente parece ser gozosa, sino triste; sin embargo, después da fruto apacible de justicia a los que en ella se ejercitan». Al principio no hay fruto, solo una semilla triste. Pero al madurar, llega el fruto, hermoso, delicioso. Solo a los vencedores se les prometen las bendiciones de la victoria. Nadie puede saborear las alegrías de la victoria, excepto quienes pasan la batalla. – JR Miller