MARZO 4

…Confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que dicen tales cosas, claramente dan a entender que buscan una Patria propia. Hebreos 11:13-14

Esto es el Cielo: Nuestra Patria. Sabían que la dicha celestial nunca podría lograrse en la tierra por medio de estatus, dinero u otros medios. Su esperanza futura no estaba en esta tierra. Por eso confesaron que eran extranjeros aquí. Este mundo no es nuestro lugar de permanencia, así como un extranjero siente añoranza por su patria, el cristiano como nacido del Cielo debe suspirar por Su patria, el cielo. El cristiano que medita en el Cielo tiene la vida más feliz del mundo. Tiene el negocio más enriquecedor con las tierras celestiales, del cual regresa cargado con un depósito invisible de gozo inmortal y consuelo espiritual.

Conforme medita en las grandes cosas de Dios, esas asombrosas plenitudes se muestran a sus ojos y encuentra, en la totalidad divina, motivos suficientes para la meditación a través de la misma eternidad. La meditación, como los espías enviados por Israel en el desierto, regresa con un buen informe de la buena tierra, presenta algunos de los frutos del paraíso y produce refrescantes uvas extraídas de la vid verdadera. Num.13:23-27 El alma cansada se retira a descansar en el regazo de la promesa, en el amor de Dios a pesar de todos los problemas que la rodean y bebe del río que está delante del trono. Eso le hace olvidar sus angustias como el sediento que oye fluir el agua de lejos.

¡Oh, qué grande es el estado de los hijos de Dios en meditación! Caminan en los campos de gloria, se asocian con los ángeles de la luz y sostienen comunión con Dios mismo! Habiendo estado en el monte con Dios, su alma se vuelve más hermosa y sus rostros brillan, su mente parece estar como en el cielo, oponiéndose noblemente a las bajas prácticas de los hombres en el mundo.

¡Oh, alma mía! Mientras los mortales luchan por coronas aquí abajo, medita en tu corona en los cielos. Contempla las bellezas de la Patria Celestial que es mejor. Dale vueltas en tu mente a la felicidad de los que allí habitan, piensa en la plenitud de la gloria celestial, habla del amor a Dios y habita en las adorables excelencias del divino Redentor. Esta obra tiene su propia recompensa y asimila el alma a la resplandeciente estrella de la mañana, Cristo.

Por tanto, avergüénzate de ocuparte en meditar cómo aumentar tu fortuna, cómo hacerte famoso o cómo planificar tu herencia en el mundo. Encomienda esto último a Dios y deshazte de lo demás. Permite que el SEÑOR, cuya misericordia y bondad es mejor que la vida, Sal.63:3, sea el objeto de tu amor y de tus meditaciones. Así experimentas el cielo en la tierra, anticiparás la bendición y te prepararás para la eternidad y la gloria.-James Meikle.

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