MARZO 31

Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir. Hebreos 13:14

En este mundo presente no tenemos un lugar de residencia permanente; porque todas las cosas aquí son sólo por un momento; y los intereses de esta vida mortal, son muy inciertos, y de corta duración, por lo que son muy triviales, comparados con los que se relacionan con la eternidad. Oremos que el SEÑOR nos guarde del deseo de glorificar una patria o una ciudad ideal en la tierra, para que nuestro único objetivo y esfuerzo no sea obtener una ciudadanía permanente aquí. Que todo nuestro deseo esté en buscar la ciudad celestial, «que tiene cimientos sólidos, cuyo Constructor y Hacedor es Dios», Heb.11:10.

Somos extranjeros y peregrinos en la tierra. Este mundo presente no es nuestro hogar . Subimos del desierto de la vida ¡viajamos hacia la ciudad celestial! Nuestro camino es angosto y difícil; pero el Salvador nos sostiene. Nuestra peregrinación transcurre por un desierto, pero la fe nos alegra con la visión del glorioso descanso de los redimidos en la casa de nuestro Padre, en mansiones de bienaventuranza.

Dentro de poco, alcanzaremos una gozosa entrada al descanso celestial. Las tormentas del océano de la vida pronto nos llevarán al remanso de paz, donde no hay problemas. Cuando entremos al cielo no habrá llanto, dolor, enfermedad ni estrés, las tentaciones y fracasos quedarán atrás. ¡Creyente ten ánimo! Porque este no es tu lugar de descanso, porque está arruinado, más allá de todo remedio”. Tu Salvador te ha preparado un descanso más noble que este mundo contaminado. ¡En la casa de su Padre hay muchas mansiones espaciosas, donde tu espíritu feliz, después de probar la amarga copa del dolor de la vida, descansará en la eterna bienaventuranza!- David Harsha

 No tenemos nada duradero en esta vida, entonces, busca las cosas de arriba donde está Cristo junto a Dios. Col.3:2 En este mundo presente no tenemos un lugar de residencia permanente; porque todas las cosas aquí son sólo por un momento; y los intereses de esta vida mortal, son muy inciertos, y de corta duración, por lo que son muy triviales, comparados  con la eternidad. Oremos que el SEÑOR nos guarde del deseo de glorificar una patria o una ciudad ideal en la tierra, para que nuestro único objetivo y esfuerzo no sea obtener una ciudadanía permanente aquí. Que todo nuestro deseo esté en buscar la ciudad celestial, «que tiene cimientos sólidos, cuyo Constructor y Hacedor es Dios», Heb.11:10.

Somos extranjeros y peregrinos en la tierra. Este mundo presente no es nuestro hogar. Subimos del desierto de la vida ¡viajamos hacia la ciudad celestial! Nuestro camino es angosto y difícil; pero el Salvador nos sostiene. Nuestra peregrinación transcurre por un desierto, pero la fe nos alegra con la visión del glorioso descanso de los redimidos en la casa de nuestro Padre, en mansiones de bienaventuranza.

Dentro de poco, alcanzaremos una gozosa entrada al descanso celestial. Las tormentas del océano de la vida pronto nos llevarán al remanso de paz, donde no hay problemas. Cuando entremos al cielo no habrá llanto, dolor, enfermedad ni estrés, las tentaciones y fracasos quedarán atrás. ¡Creyente ten ánimo! Porque este no es tu lugar de descanso. Tu Salvador te ha preparado un descanso más noble que este mundo contaminado. ¡En la casa de Su Padre hay muchas mansiones espaciosas, Jn.14:2 donde tu espíritu feliz, después de probar la amarga copa del dolor de la vida, descansará en la eterna bienaventuranza!- David Harsha

Entonces no busques una ciudad permanente aquí. No nos corresponde instaurar un nuevo socialismo ni establecernos como repartidores de herencias; Pertenecemos a un reino que no es de este mundo: una ciudad de Dios, «eterna en los cielos»  2 Cor. 5:1. No nos corresponde perseguir los sueños de los políticos. Como no somos de este mundo, nos corresponde buscar el mundo venidero y avanzar hacia el lugar donde los santos en Cristo reinarán por los siglos de los siglos.

Por tanto, «busca las cosas de arriba,  donde está Cristo sentado junto a Dios». Col. 3:2. Si pudiéramos liberarnos completamente de la esclavitud de las cosas visibles, y sentir la plena influencia de lo invisible y eterno, ¡cuánto cielo podríamos disfrutar antes de alcanzar las costas celestiales!… ¡Que el Espíritu Santo de Dios, nos instruya para que conozcamos la verdad de la cual sin duda brotará una felicidad sólida! -Spurgeon  

La ciudad permanente que buscamos es la ciudad del Dios viviente; una ciudad por venir, hermosa como la antigua Jerusalén, pero construida sobre colinas eternas que nunca se inclinarán, y sobre montañas que nunca serán movidas. Una ciudad santa, una ciudad donde nada engañoso ni impuro entrará, Apoc. 21:27. – S. Martín Vivamos preparados viviendo cada día suponiendo que será el último; amando, siguiendo a Cristo y obedeciendo sus mandamientos. Entonces al salir de este mundo, nos encontraremos en Su presencia y en medio de las glorias del hogar eterno, donde despertaremos para vivir siempre con Él en belleza y gloria. ¡Amen!

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