MARZO 19

El SEÑOR Jesucristo, nuestra esperanza .» -1 Timoteo 1:1

Qué preciosa posesión del alma creyente, brota del SEÑOR como su porción; «la esperanza». El hombre sin esperanza es el ser más miserable del universo. Pero con la esperanza del cristiano brillando en su corazón —una esperanza de la cual Dios es el Dador, Jesús el Fundamento, el Espíritu el Autor y el cielo la meta—, es el ser más feliz entre todos los felices.

¿Cómo llega el alma creyente a la posesión de Cristo como Su esperanza?  El primer paso es renunciar a todo lo demás. Una esperanza celestial basada en el legalismo, en nuestros méritos personales, o en nuestras propias fuerzas, es una falsa esperanza; y, si persistimos en ella, con toda seguridad avergonzará eternamente a su engañado e infeliz poseedor. También la esperanza, que surge de privilegios, rutinas y ordenanzas religiosas impuestas por hombres sin el Espíritu Santo de Dios, es igualmente falsa y fatal.

Pero tú, oh creyente, no has aprendido de Cristo de esa manera, si es que Él te ha enseñado la verdad. El Espíritu Santo ha escrito la sentencia de muerte sobre todas las obras muertas que surgen de ti mismo; y, huyendo de tu propia justicia como de un manto manchado por la plaga, has corrido hacia Cristo, y, abrazándote por la fe en Su justicia, obrada por su obediencia y teñida en su sangre, eres justificado por la fe y salvo.

Aceptada en Cristo, tu alma es «Toda hermosa, y en ti no hay mancha» Cant.4:7. Y ahora tienes una «buena esperanza por la gracia» 2 Tes.2:16 y «paz con Dios por medio de Él» Rom.5.1. Levantemos, pues, fuerte y en alto el himno de acción de gracias: «Bendito el Dios y Padre de nuestro SEÑOR Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una Esperanza Viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, y recibamos una herencia que no se puede destruir, contaminar o marchitar. 1 Ped.1:3-5 Procura que la lámpara de tu Esperanza cristiana esté siempre encendida y arda con fuerza. El aceite que alimenta la lámpara proviene de Jesucristo, y la mano que enciende la llama es la fe.

No te desanimes si a veces el sol de tu esperanza se oscurece momentáneamente. Edificada sobre Jesucristo y brotando de Él, no puede extinguirse, pues Él mismo es nuestra esperanza. La maldad interior puede intentar debilitarla, la adversidad exterior puede parecer quebrantarla, las tentaciones de fuentes ocultas pueden asaltarla osadamente; sin embargo, tu esperanza no perecerá lejos de Cristo, sino que, edificada sobre Él, nutrida por Él, guardada por Él, y con la esperanza de estar con Él y disfrutarlo para siempre, como un hermoso sol poniente, crecerá y brillará más a medida que desciende, hasta que, disolviéndose en el resplandor eterno del cielo, se pierda en la plenitud de la gloria.

Con una esperanza como la de Cristo, ¡cuán fuerte y solemne es la obligación de negarnos a toda impiedad y lujuria mundana, y vivir piadosamente, con justicia y sobriedad en este presente siglo! ¡Cuán humildemente debemos someternos a toda la disciplina aflictiva de nuestro Padre, ya que Él nos ha dado a Su Hijo amado, para que ¡Cristo, esperanza de gloria habite en nuestros corazones! Col. 1:27. De modo que,»todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro»1 Jn 3:3.  ¡Creyente anímate, pues el SEÑOR Jesucristo es nuestra esperanza!- Octavius Winslow

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