
«Mas el justo por su fe vivirá» Habacuc 2:4
Los justos son aquellos a quienes Dios justifica por la fe en su propio Hijo amado. Porque la justicia de Cristo es para todos, y para todos los que creen. Es el elevado y dichoso privilegio de todos los que están comprendidos en el título bendito de «justo». La fe es el gran principio de la vida divina, del comienzo al fin. Por la fe somos justificados y por la fe vivimos; por la fe estamos en pie y por la fe andamos. Desde el principio hasta el fin de la carrera cristiana, todo es por la fe.Va
Comprenda, cada cristiano que es su dichoso privilegio, quienquiera que sea y cualquiera sea su posición social, vivir la vida de fe en toda la acepción de la palabra. Puede decir con Pablo: «Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se dio a sí mismo por mí» Gál. 2:20. Que nadie le robe ese elevado y santo privilegio que pertenece a cada creyente. Pero nuestra fe es débil, cuando tendría que ser siempre fuerte, firme y vigorosa. Nuestro Dios se complace en una fe firme.
Aunque Él asiste también al encuentro de una fe débil. Respondió a un tímido «si quieres» con un benévolo «quiero»; a un «si puedes» con un: “si puedes creer, todas las cosas son posibles”. La más débil mirada, el más ligero contacto obtenía una segura y favorable respuesta; pero el corazón de Jesús quedaba satisfecho y su espíritu reconfortado cuando podía decir: «¡Oh, mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como quieres!» Mat. 15:28; y en otra ocasión: «No he hallado en Israel fe tan grande» Mat. 8:10.
Hoy sucede exactamente lo mismo, a Jesús le gusta que confiemos en Él, que usemos de Él, que contemos con Él. Es el eterno amigo de nuestras almas; nos ama de un modo perfecto; su mirada está constantemente sobre nosotros, su corazón siempre dirigido hacia nosotros; Él ha tomado sobre sí todas nuestras necesidades, sean físicas, intelectuales o espirituales. En Cristo hay provisiones para todas nuestras necesidades. Él es el tesoro en el cielo, el almacén de Dios; y todo ello en favor nuestro.
Vamos directamente a Él en busca de la ayuda que necesitamos. ¡Ah! No aflijamos su corazón amante ni acortemos el honor de Su Nombre glorioso apartándonos de Él. Luchemos celosamente contra la tendencia, tan natural en nosotros, de acariciar esperanzas humanas, de depositar confianza en la criatura, de esperar en socorros terrenales. Mantengámonos firmes junto a la Fuente y no tendremos que quejarnos jamás de las corrientes. En una palabra, procuremos vivir por fe, y así glorificaremos a Dios en nuestra vida.- C.Mackintosh
**************************************