FEBRERO 1

«Cuando Yo vea la sangre pasaré de largo, y ninguna plaga vendrá sobre ustedes para destruirlos». Éxodo 12:13

Este versículo específico es parte de la historia de la última de las diez plagas que Dios envió sobre Egipto para obligar al faraón a liberar a su pueblo. La décima plaga consistió en la muerte de todos los primogénitos en Egipto. Cada familia debía matar un cordero y aplicar su sangre por todo el marco de la puerta de sus hogares. La sangre sería entonces una «señal» para Dios de que esa familia estaba protegida y no sería afectada por la plaga. Dios, al ver la sangre, «pasaría de largo», la casa y los primogénitos de esa familia serían salvados.

El cordero pascual, cuya sangre había que rociar en las casas de los israelitas, es un símbolo de Jesús, cuya sangre derramada en la cruz ofrece salvación y protección a todos los que creen en Él. El pueblo de Dios está a salvo solo por medio de la sangre. La razón por la que Dios perdona a su pueblo en el tiempo de calamidad es porque ve la marca de sangre en él. La base de esta gran verdad, que todas las cosas obran para bien a los que aman a Dios, es esta: ¡que son comprados con la preciosa sangre de Cristo! Por lo tanto, nada puede hacerles daño, porque la sangre está sobre ellos, y todo mal debe pasarles de largo.

«Cuando vea la sangre, pasaré de largo».¡Qué condición tan bendita! Tu ojo de la fe puede estar tan apagado, que no puedas ver la sangre de Cristo. Sí, pero los ojos de Dios no están apagados; Él puede verla, sí, debe verla; porque Cristo en el cielo siempre presenta Su sangre ante el rostro de Su Padre. ¡Sangre! ¡sangre! Este es el único grito del evangelio: el Alfa y la Omega del evangelio. Toda esperanza del favor divino, toda la fuerza para resistir y vencer el pecado, todo el poder de una vida santa proviene de esta sangre.Vuelve, entonces, tu mirada a la Cruz, y mira a Jesús sangrando allí y muriendo por ti para darte vida eterna. – C Spurgeon
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