ENERO 5

«A ti, SEÑOR, elevo mi clamor desde lo más profundo de mi ser». Salmo 130:1

«Desde lo más profundo», es decir, su oración  ha superado la superficialidad. A esta profundidad nos quiere llevar el SEÑOR a todos. Acércate al SEÑOR con un profundo sentido de amor; con un profundo sentido de adoración, con profunda humildad, reconociendo que Él es todo y que tu no eres nada, solo polvo Gén.3:19, que separado de Él nada puedes lograr. Jn 15:5. Con profunda confianza en su gran misericordia. Con la profunda convicción que Él mora en ti, porque solo por la fe Su santa presencia vendrá a tu vida. ¡Orar con un corazón creyente es más importante que cualquier otra cosa que tenga que ver con la oración!

El que clama desde las profundidades pronto cantará en las alturas. Y la unica manera en que el alma asciende a Dios es renunciando al Yo, ¡entregándolo al poder destructor del amor divino! Dijo Pablo: «Ya no vivo yo, Cristo vive en mí», Gál.2:20. La renuncia del YO es una parte esencial de la ORACIÓN para experimentar las profundidades de Cristo y permanecer allí. El creyente totalmente unido a Cristo muere a su ego, el mismo SEÑOR obrando en el creyente introduce la pureza y lo aleja de todo deseo carnal, le lleva a olvidarse de sí mismo, a amarlo sobre todo y a pensar sólo en ÉL; a que no encuentre placer en nada que no sea Él, hasta que logra decir: «Fuera de ti nada deseo en la tierra» Sal.73:25

Ven al SEÑOR y abandona todas tus ansiedades y necesidades en Sus gloriosas manos, ten la plena confianza en Su Palabra: «No te dejaré ni te abandonaré». Somete tu propia voluntad a la voluntad de Dios, deseando tan sólo aquello que Él desea, en todas las cosas, sin importar cuáles sean, de dónde vengan o cómo afecten tu vida. Olvidar tu pasado; es dejar el futuro en las manos de Él; es dedicar el presente entera y completamente a tu SEÑOR, sabiendo que todo lo que contiene ese presente es el plan eterno de Dios para ti, la declaración absoluta y total de la voluntad de Dios para tu vida.

Si quieres vivir cada segundo del día en las profundidades de Cristo, somete tu vida a Él y deja que Él haga contigo exactamente como a Él le place, tanto en tu vida interior de experimentarlo a Él, como también en tu vida exterior de aceptar todas las circunstancias como venidas de Su mano, sea debilidad o fortaleza, dulzura o amargura, tentación, distracción, dolor, cansancio, incertidumbre o bendición, todo ha de ser recibido de la mano del SEÑOR, excepto tú pecaminosidad. Mientras más te acercas al SEÑOR, más recibes de Su naturaleza y más separado estarás del pecado.

Desiste de todo esfuerzo propio: “Esten quietos, y conozcan que yo soy Dios” Sal. 46:10. Así el esfuerzo propio queda absorbido por el obrar de Dios. Esta experiencia con El Ungido, Jesús, gradualmente se hace más profunda, hasta que la plenitud de Su gracia aquieta el yo y las facultades de tu alma quedan en reposo. Recuerda que en el SEÑOR: los más elevados logros espirituales son aquellos que se alcanzan de la manera más fácil. ¡Aquellas cosas que son las más importantes, son las menos difíciles! – M.Guyon

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