
“Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían». Lucas 2:17
Los pastores habiendo encontrado al niño acostado donde el ángel había dicho, por esa señal estaban plenamente confirmados en su fe, y con denuedo declararon tanto la visión que habían visto, cómo las cosas que habían oído de parte del ángel. «Porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído» Hec. 4:20 ¡Imposible quedarse callados habiendo visto ese espectáculo único! Y no dejaron de dar voces hasta que cayó la noche, diciendo: “¡Vayan a adorar a Cristo, el Rey recién nacido!”
Ellos tenían algo que contar, y ese algo contenía una inimitable mezcla de sublimidad y simplicidad. ¡Ángeles cantando a unos pastores! ¡El cielo resplandeciente de gloria! ¡Dios! ¡El Eterno! ¡Un Bebé! ¡Nacido de mujer! ¡Qué puede ser más sencillo que un establo, un pesebre, un carpintero, la esposa de un carpintero y un niño! ¡Qué puede ser más sublime que una “multitud de las huestes celestiales”. Qué maravilla es ver al Verbo, hecho hombre, habitando entre nosotros para que viéramos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad!” Jn 1:14
Si has visto a Jesús y has oído Su voz salvadora y Su verdad, si sentiste Su tremendo poder como proviniendo de Dios para ti, y si has experimentado su potencia sobre tu propio espíritu, su salvación, tú ciertamente puedes hablar lo que Dios ha escrito en tu interior. Toda la autorización que necesitas no es la autoridad que pudiera venir de los que se autodenominan «ungidos», sino la autoridad que proviene directamente de la Cabeza de la Iglesia, Jesucristo, que autoriza a todos los que oyen y creen en el Evangelio para que enseñen a otros, diciendo: “Conoce al SEÑOR.” Aquí tienes la autorización proveniente de la Sagrada Escritura: “El que oye, diga: Ven, Apoc.22:17- C. Spurgeon
Si te han sido revelados por inspiración del Espíritu Santo, que Cristo mora en ti, Sus milagros y doctrinas de, Su muerte en la Cruz para librarte del pecado y darte vida eterna, su resurrección de los muertos, de los cuales fueron testigos de ojos y oídos. Entonces, eres libre de hablar las cosas que has visto y oído de Cristo, nuestro Salvador; «porque en ningún otro hay salvación» Hec. 4:12. Él nos ha encomendado, la publicación de este importante mensaje del cual depende la salvación eterna de los hombres, que Dios ha manifestado de una manera tan milagrosa y que nos ha encargado que declaremos.- Joseph Benson