
Como no le pudimos persuadir, dejamos de insistir, diciéndonos: «Que se haga la voluntad del SEÑOR.» Hechos 21:14
Pablo no quiso escuchar el consejo de sus amigos que le insistieron de no ir a Jerusalén, porque temían que tendría gran oposición, pues había sido advertido por el Espíritu, a través del profeta Agabo, que sería atado y entregado a los gentiles Hech.21:10-11. Pero cuando el SEÑOR «produce tanto así el querer como el hacer en nosotros», anima el alma influenciada por el Espíritu, entonces el temor a los peligros, la ansiedad y la angustia por lo que sucederá ceden, y dejamos de insistir en nuestra propia voluntad diciendo: «Que se haga la voluntad del SEÑOR.»
«Que se haga la voluntad del SEÑOR.» Es una oración puesta en boca del cristiano por el SEÑOR Mat. 6:10, y un ejemplo dado por Él al cristiano, Mat. 26:42. El gran plan de Dios en su Palabra es convertirnos en personas que hacen su voluntad. Hacer la voluntad de Dios es evidencia de nuestra sinceridad y amor por Cristo. No hacer la voluntad de Dios es necedad, porque, al negar la voluntad de Dios, estamos haciendo la voluntad del enemigo de las almas. Es peligroso evitar la voluntad de Dios, porque entonces tendremos la voluntad del enemigo sobre nosotros. Jeremías 7:23 dice «Escuchen mi voz, y seré a ustedes por Dios». Él dice: «Les daré mis ángeles para que sean sus guardianes, seré yo mismo su porción, mi Espíritu los santificará, mi amor los consolará y mi misericordia los salvará».
«Haré que caminen en mis mandamientos». Ez. 11:20. Hacer la voluntad de Dios es un honor. Sus mandamientos no son una carga, sino algo que nos adorna. El estar empeñado en hacer la voluntad de Dios es la mayor marca de honor de la que una criatura es capaz. También el hacer su voluntad nos asemeja a Cristo: «Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» Jn 6:38. Cuando hacemos la voluntad de Dios sobre la tierra, nos parecemos a Él, somos de la sangre real del cielo. Hacer la voluntad de Dios sobre la tierra lleva paz en la vida y en la muerte. En guardar tus preceptos hay gran recompensa Sal. 19:11.
Caminar cerca de Dios en obediencia da un gozo secreto al alma. Si existe algo que haga que en nuestro lecho de muerte sea dulce, será el habernos esforzado por hacer la voluntad de Dios en la tierra. Hacer la voluntad del SEÑOR es para nuestro beneficio y nuestro propio interés. Lo que Dios quiere no es tanto una obligación, es un privilegio. Escuchen Mi voz y Yo seré su Dios y ustedes serán Mi pueblo» Jer.7:23. Él dice: «Les daré mis ángeles para que sean sus guardianes, seré yo mismo su porción, mi Espíritu los santificará, mi amor los consolará y mi misericordia los salvará». Hacer la voluntad de Dios es nuestro consuelo, nuestra paz y felicidad y nuestra corona. -Thomas Watson.
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