Esta es la corona y el consuelo de un cristiano: ¡tener a Cristo viviendo en él! Y sin Él no tiene vida, es un cristiano vacío. Cristo por el poder de su Espíritu vive en ti, pero solo hasta que la vieja vida haya perecido, porque únicamente cuando las fuerzas de la naturaleza carnal sean destruidas podrá Su santa presencia morar en nuestro interior. Entonces, hay en el alma una residencia tan bendita, una energía tan poderosa y llena de gracia, y la operación del Espíritu de Cristo, que la hace ir en pos de Cristo, tener sed de Cristo como el ciervo sediento anhela las corrientes de agua. Sal.42:1
La vida cristiana es aquella que está completamente impregnada, saturada, por así decirlo, con la vida y el Espíritu de Cristo. Siente a Cristo, por tanto, viviendo en su entendimiento, valorando el conocimiento de Cristo por encima de todo aprendizaje, no queriendo saber nada en comparación con conocer a Cristo y a Él crucificado, 1 Cor.2:2 Siente a Cristo viviendo en tu voluntad, al hacer que tu voluntad sea libre para elegir y abrazarlo a Él y las cosas de Dios, para tener la intención y la voluntad de Él, y la gloria de Dios sobre todo, haciendo de Su voluntad la regla de tu voluntad, moldeandote.
Siéntelo viviendo en tu mente, pensando en Él con más frecuencia y deleite que en cualquier otra cosa, teniendo más elevadas, honorables y dulces aprensiones de Cristo que de todas las criaturas. Siente a Cristo viviendo en tus afectos arraigados por una fe viva, como un árbol en la tierra; temiendo a Cristo sobre todos los poderes terrenales; amándolo, por encima de todas las demás personas; regocijándote en Él, como el rico en sus joyas más preciadas.
Siéntelo viviendo en sus miembros, circuncidando y preparando sus oídos para oír con mansedumbre y reverencia, devolviendo a sus lenguas un lenguaje puro, para que su discurso pueda ministrar gracia a los oyentes, refrenando sus ojos de contemplar la vanidad, disponiendo su manos para hacer lo bueno, y apresurando vuestros pies a todo buen deber. Siente a Cristo viviendo en todas obras y acciones, como el principal obrero de ellas, y capacitador tuyo para realizarlos, haciendo todo en Su nombre, con Su ayuda y para Su gloria. Siente a Cristo viviendo en la oración que haces, orando por el Espíritu de Cristo, en el nombre de Cristo y para la honra y gloria de Cristo.
Siente a Cristo en la Palabra que escuchas, convertida en una semilla inmortal para regenerarte, un fuego sagrado para purificarte, una luz celestial para guiarte y un mensaje de paz para consolarte. Siente a Cristo viviendo en el sacramento que recibes, convirtiéndolo en un maná celestial alimentándote; un sello de justicia que asegura tu justificación; una potencia que te ata a una nueva obediencia; y una prenda del amor inmutable de Dios hacia ti.
Todos los deberes piadosos que realizamos, si Cristo no vive en ellos, no son más que un sacrificio sin fuego, un cadáver muerto, sin el agrado de Dios. Todas nuestras mejores habilidades, si Cristo no vive en ellas, son como aguas estancadas sin un manantial vivo; se pudren y resultan inútiles. Si Cristo no vive en nosotros, nuestro entendimiento está cegado y no podemos conocer a Dios para salvación; nuestra voluntad está cautivada y no podemos tener la intención de Dios; nuestra fe, como el brazo de Jeroboam, está seca,1 Rey.13:4, y no podemos aferrarnos a la promesa de Dios. Toda la suficiencia de un cristiano proviene del hecho de que Cristo vive en él. - A. Gross, BD