DICIEMBRE 5

«No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos» Gálatas 6:9.

«No nos cansemos de hacer el bien», porque  nuestro espíritu puede agotarse a causa de un padecimiento prolongado, gran dificultad, por hacer el bien incluso podemos estar enfrentados a pérdidas de relaciones familiares o de amigos que se alejan de nosotros. Estas dificultades o aparentes faltas de respuestas pueden desalentar nuestros débiles corazones. «El bien», a la luz de las Escrituras se entiende cómo todo aquello que está de acuerdo al carácter Santo de Dios y a Su voluntad perfecta revelados en Su Palabra, en otras palabras, es la conformidad del alma con Dios.

La paciencia y perseverancia de hacer el bien en el alma de cada creyente, surge no de nuestro propio espíritu sino del Espíritu Santo de Dios, porque dice: «Es Dios el que obra, tanto el querer como el hacer por su buena voluntad», Filip. 2:12. Por tanto,  por ningún bien que hagamos debemos esperar  o exigir recompensa, porque en algunas ocasiones los esfuerzos que el SEÑOR permite por hacer el bien se mal entienden o tergiversan los motivos, se abusa de la bondad, o son mal compensados. Al respecto, dulces son las palabras de Jesús: «Cuando hayas hecho todas las cosas que se te han mandado, di: «siervo inútil soy, porque hice lo  que era mi deber hacer». Lucas 17:10

Las dificultades y afrentas recibidas en hacer el bien, son una manera del SEÑOR tratar con nuestro ego. Debemos humillarnos y postrarnos a los pies de Jesús, bajo la profunda convicción de que todo el bien que se hace en la tierra, el mismo SEÑOR lo hace por medio de nosotros, porque «todo lo que podemos hacer viene de Dios»2 Cor.3:5, por lo tanto, debemos dar siempre la gloria a Dios por todo lo que nos permite hacer, «sin cansarnos de hacer el bien, de hacer lo correcto».

No nos cansemos de obedecer lo que el SEÑOR nos ha ordenado en Su Palabra, de orar, de perdonar, de amar y perdonar a nuestros enemigos, de repartir semillas de Su Palabra, por los medios que Él nos ha dado, de ser generosos, de dar, de ayudar, sin esperar nada a cambio. Como Cristo no desmayó ni renunció al propósito por el cual vino a la tierra, es decir, por amor a redimirnos con su sangre preciosa y darnos la salvación y la vida eterna, tampoco nosotros renunciemos dejando de hacer todo lo que Él nos ha enseñado, según dice: “Consideren a Aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, así no se cansarán ni se darán por vencidos.”Heb. 12:3.

«A su debido tiempo» es el tiempo de Dios, no el nuestro y la condición de la cosecha es si perseveramos.La eficacia de toda buena obra radica en su finalización, si las buenas obras terminan de repente, quedan inconclusas. Y los pequeños esfuerzos, si son continuos, producen grandes resultados. Así como el labrador, al sembrar en sus campos, se apoya en la esperanza de una cosecha abundante, que no espera antes del tiempo justo, así todo seguidor de Cristo puede estar persuadido que si vive en conformidad con la voluntad de Dios y haciendo el bien, no quedará sin cosechar el fruto en esta vida presente y en la gloria eterna.  

 Y como en la tierra, la pequeña semilla es alimentada fuera de la vista, hasta que brota como una hermosa flor, un fruto perfecto, así mismo, en el campo del SEÑOR se mostrará que de las más pequeñas semillas de bondad sembradas en los corazones, de los más débiles comienzos de la vida de fe, de los más anónimos, silenciosos y humildes actos de amor,  generosidad y servicio, hay una gloriosa cosecha oculta «que a su debido tiempo», el SEÑOR dará a cada hijo suyo que hace el bien sin desmayar. ¡Amén!

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