DICIEMBRE 26

Bendigan al SEÑOR, ustedes Sus ángeles, Poderosos en fortaleza, que ejecutan Su mandato, Obedeciendo la voz de Su palabra. Salmos 103:20

Obedecemos la voluntad de Dios como los ángeles en el cielo cuando lo hacemos de buena voluntad y sin quejas. La obediencia de los ángeles es alegre, y no está limitada por el temor o el sufrimiento. Es su eterno deleite. Nosotros también hemos de estimar los mandamientos de Dios como nuestra gloria y gran recompensa, sin vernos arrastrados a cumplirlos como una tarea fatigosa.

Un hipócrita puede hacer el bien, pero no se deleita en esa obligación. Hace la voluntad de Dios en contra de la suya. Caín llevó su sacrificio, pero con murmuraciones. Su adoración fue más que una ofrenda. Cada uno de nuestros servicios para Dios deben ser hechos con agrado y no como una obligación.  El deleite en el deber es mejor que el deber en sí mismo. -Thomas Watson

Obedecemos la voluntad de Dios como los ángeles cuando lo hacemos con amor. Los ángeles arden en amor, celo y obediencia. Le dan a Dios lo mejor. No discuten la orden, sino que, tan pronto como reciben el encargo, obedecen de inmediato. ¡Ay! ¡Qué toscos y lentos somos!  ¡Cuántas excusas ponemos!  Cristo fue más dispuesto a la cruz de lo que nosotros acudimos al trono de la gracia para hallar el oportuno socorro. Sin embargo, qué dispuestos estamos a permanecer ociosos con todo tipo de deseos viles. Ciertamente, esto no es hacer la voluntad de Dios como lo hacen los ángeles. A la primera impresión de la voluntad de Dios, deberíamos tomar alas y ejecutarla sin demora.

Cuando obedecemos la voz del SEÑOR de buena voluntad, tenemos Su aprobación y poseemos la paz de Dios que sobrepasa todo conocimiento. Con razón dice: «Y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad». Luc.2:14 La buena voluntad «es el amor que procede de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe no fingida» 1 Tim.1:5. Sacudamos de nuestro corazón la mala disposición a nuestro deber con Dios. La gracia del Espíritu Santo no sabe nada de desgano, pereza o negligencia. -Thomas Watson-Ezequiel Hopkins

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