DICIEMBRE 23

«Y tú, Belén tierra de Judá…. de ti saldrá un gobernante que pastoreará a mi pueblo». Mateo 2:6

Belén, de ti saldrá  el Gobernante, el Rey, el Juez, el Redentor y Salvador. Belén significa casa del pan. Sacia tu alma con el alimento de la palabra divina porque donde esté la Palabra del SEÑOR no faltará el pan que conforta el corazón. Y aunque indigno, recibe con fidelidad y con la mayor devoción posible ese pan que baja del cielo y que da la vida al mundo. El hombre vive de toda palabra que pronuncia Dios, Mat.4:4, el hombre vive en Cristo, y Cristo en Él. Allí nace, allí se muestra.

Sólo un hambre intensa por el mundo, obliga a bajar a Egipto, a alimentar cerdos, y apetecer algarrobas. Es que se encuentra lejos de la casa del pan, de la morada paterna, donde los mismos criados disfrutan de pan abundante Luc.15:15-17. Cristo no nace en el corazón de estos, porque les falta la fortaleza de la fe, el pan de la vida. La Escritura afirma que el justo vive por la fe Rom.1:17; es decir, la verdadera vida del alma que es el SEÑOR, sólo la poseemos ahora en nuestros corazones por la fe. Si vives de la fe, nunca te lamentarás de haber olvidado de comer tu pan. Te has convertido en Belén, y digno, por tanto, de acoger al SEÑOR en tu corazón.

De otro modo, no puede nacer Cristo, ni surgir la salvación en él, siendo cierta la sentencia que sostiene que quien persevere hasta el fin ése será salvo. Mat.24:13 Cristo no puede encontrarse en él. Los que aman el mundo no tienen la unción del santo, porque se han secado sus corazones al olvidarse de comer su pan. Tampoco pertenecen al Hijo de Dios, pues el Espíritu del SEÑOR descansa sobre el que es humilde y contrito de espíritu, y tiembla ante Su Palabra Isa.66:2.  

Y aunque estemos firmes, aunque nos sintamos fuertes en la fe, aunque nos veamos dispuestos, con pan en abundancia, porque nos lo da Aquel a quien suplicamos siempre: «Danos hoy nuestro pan de cada día», tenemos que añadir: «Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Pues, si afirmamos no tener pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros, 1Jn 1:8-10. Porque la Verdad misma, Jesucristo, el Hijo de Dios, no nace simplemente en Belén, sino en Belén de Judá que significa «confesión». ¡Oh, Que la humildad de la confesión supla la imperfección de nuestra conducta!

Procuremos, pues, entrar a la presencia del SEÑOR con verdadero arrepentimiento, reconociendo y confesando nuestros pecados, para que, justificados y santificados por Él, seamos también nosotros Belén de Judá, y de este modo nos hagamos merecedores de contemplar al SEÑOR que nace en nosotros y podamos oír: «Para ustedes que temen Mi Nombre, les alumbrará el Sol de Justicia trayendo en sus rayos la salvación» Mal.4:2. -Bernardo de Claraval

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