
«Acuérdate de mí, Dios mío, para bien» Nehemías 13:31
¡Qué humilde oración es esta! como si temiera que pudiera ser pasado por alto y olvidado, y sintió que merecía serlo. No es poco común que nuestros amigos terrenales nos olviden, especialmente cuando tenemos problemas o estamos en circunstancias de pobreza. Pero incluso si nos recuerdan, pueden hacer poca cosa por nosotros. Cuando las criaturas olvidan o nos toman a la ligera, volvámonos al SEÑOR. Él dice que nunca nos dejará Heb.13:5. Si le servimos de todo corazón, podemos confiar en que también se acordará de nosotros y nos recompensará por nuestras buenas obras.
David hizo una oración similar: «Acuérdate de mí, SEÑOR, cuando hagas bien a tu pueblo» Sal.106:4. Clama el favor especial y misericordias seguras de Dios; anhela que Él extienda ese amor con el que ama a sus elegidos, desea participar de las bendiciones que Dios les otorga continuamente, y «hallar gracia para el oportuno socorro en tiempos de necesidad». Heb. 4:16 «Dios se acordó de Noé», Gén. 8:1. Aunque nuestra Arca parece hundirse en un mar tempestuoso, no lo hará ni se partirá mientras navegamos en los pensamientos y caminos de Dios.
«Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» Luc.23:42, es el clamor del ladrón arrepentido, mientras está colgado en la cruz y a punto de morir, pide el mayor bien de todos, la salvación y la vida eterna. En otras palabras dice: Todo lo que deseo, SEÑOR, es que Tú te dignes recordarme, y vuelvas tus benignos ojos sobre mí, pues yo sé que eres todopoderoso y que sabes todo, y pongo mi entera confianza en tu bondad y amor. Y al decir: «Cuando llegues a tu Reino», cree en una vida futura, y desea ser feliz en esa vida; no como el otro ladrón, para salvarse sólo de la cruz y de manera temporal. Pues no busca nada perecedero y vano, sino que aspira a algo eterno y sublime.
Oremos junto con Nehemías: “Acuérdate de mí, Dios mío”, recuerda mis necesidades y súplelas, porque son muchas y me apremian. Acuérdate de mis temores y sean disipados, porque son numerosos y angustiantes. Acuérdate de mis enemigos y somételos, porque son fuertes y se unen. Acuérdate de mis dificultades y líbrame de ellas, porque me llenan de vergüenza y desaliento. Recuerda mi debilidad y fortaléceme. Concédeme la sabiduría y la fortaleza para seguir tus caminos, porque deseo hacer tu voluntad. Acuérdate de mis dudas y eliminalas, dame una fe firme en tu palabra y una seguridad dulce en tu amor.
“Acuérdate de mí, Dios mío, como un niño que incesantemente necesita el cuidado del padre, como un peregrino que necesita un guía, como un soldado que requiere aliento y suministros. Recuérdame, para llenarme con el poder del Espíritu Santo”. De ti viene toda bondad, elevo mi alma a ti. En todas mis tristezas, conflictos y lamentos, acuérdate de mí, querido SEÑOR. -James Smith