ABRIL 8

«Guarden, pues, las palabras de este pacto y pónganlas en práctica, para que prosperen en Todo lo que hagan.»  Deuteronomio 29:9

La simple obediencia a la Palabra de Dios ha sido, es, y será siempre el profundo y real secreto de toda verdadera prosperidad para el cristiano. Esta prosperidad no consiste, desde luego, en las cosas materiales o terrenas, sino en las celestiales y espirituales y no debemos olvidar nunca que sería el colmo de la locura pensar en prosperar o hacer progresos en la vida divina si no prestamos una implícita obediencia a todos los mandamientos de nuestro bendito y adorable SEÑOR y Salvador Jesucristo; «Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran, y se les concederá…. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.» (Juan 15:7-10). He aquí la verdadera prosperidad cristiana. ¡Deseémosla ardientemente y prosigamos con diligencia el método apropiado para alcanzarla!

Cada uno de nosotros es responsable de rendir implícita obediencia a los preciosos mandamientos de nuestro SEÑOR. Es así como entramos en el verdadero gozo de nuestra relación, de acuerdo con lo que Moisés dice al pueblo, «para confirmarte hoy como su pueblo, y para que él te sea a ti por Dios». Nada puede ser más precioso, y, no obstante, nada más sencillo. No hay oscuridad en ello. Es sencillamente tener sus preciosos mandamientos atesorados en nuestros corazones, obrando sobre nuestras conciencias y poniéndolos en práctica en nuestras vidas. Ese es el pacto que Dios estableció.Tal es el verdadero secreto para desempeñar habitualmente nuestra relación con nuestro Padre y con nuestro SEÑOR y Salvador Jesucristo.

Quien crea poder gozar del bendito sentido de ese íntimo parentesco, viviendo en habitual descuido de los mandamientos de nuestro SEÑOR, abriga una ilusión miserable y dolorosa. «Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor» (Juan 15:10). Este es el punto magno. Debemos considerarlo atentamente. «Si me aman, guarden mis mandamientos» (Juan 14:15). «No todo aquel que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mat. 7:21).  «La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, lo importante es guardar los mandamientos de Dios» (1 Cor. 7:19).

Esas son palabras oportunas en estos días de cristianismo holgado, descuidado y mundanal. ¡Ojalá penetren en nuestros corazones, tomen completa posesión de nuestro ser moral y produzcan fruto en nuestra vida diaria individual!Procuremos, aplicar con ardor nuestros corazones a la obediencia de la Palabra. Se nos ha llamado imperativamente a hacerlo así, y podemos contar para ello con la abundante gracia de nuestro SEÑOR Jesucristo, capacitándonos y ayudándonos para responder a su llamamiento, a pesar de las mil dificultades y los obstáculos que yacen en nuestro camino. ¡Ah, suspiremos por que la obra de gracia sea más profunda en nuestras almas, por un andar más íntimo con Dios, por obedecer Su palabra, por un carácter más acentuado de verdadero discípulo! ¡Entreguémonos con ardor al seguimiento de tales cosas! -Charles Mackintosh

La Biblia es tu guía, oh cristiano, tu espada, oh soldado, tu mapa, oh marinero. En referencia a su práctica, te protegerá contra las obras del engaño del pecado, contra las artimañas profundas de el enemigo de las almas, el tentador, contra los principios falsos y no bíblicos del mundo que nos rodea, la corriente de los hombres y la moralidad falsa que pasa por alto; “Este libro de la Ley”, Josué 1:8. Este libro que en sus revelaciones es puro en santidad, infalible, verdadero, que en sus preceptos todo perfecto en virtud. Pero acércate siempre a él recordando que estás escuchando la voz de Dios. Por lo tanto, ríndete ante sus revelaciones como infalibles, ante sus requisitos como autorizados y supremos. «Guarden, pues, las palabras de este pacto y pónganlas en práctica, para que prosperen en Todo lo que hagan.»-J. Miller

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otro evangelio, aunque sus predicadores vistiesen el atuendo y la semblanza de los ángeles, sí, aunque (si fuera posible) fueran ángeles de luz? O qué, en referencia a vuestra práctica, os protegerá contra las obras del engaño del pecado, contra las artimañas profundas de vuestro archienemigo, el tentador, contra los principios falsos y no bíblicos del mundo que los rodea, la corriente de los hombres y la moralidad falsa que pasa por alto “Este libro de la Ley”Josué 1:8, este libro que en sus revelaciones es puro en santidad, infalible, verdadero, que en sus preceptos todo perfecto en virtud. Pero acércate siempre a él recordando que estás escuchando la voz de Dios. Por lo tanto, ríndete ante sus revelaciones como infalibles, ante sus requisitos como autorizados y supremos. -JR Miller

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Esta consideración práctica es muy importante. Mientras tratamos de evitar todo lo que pueda parecer religiosidad, fanatismo y legalismo,  podemos caer en el extremo opuesto, la relajación carnal. Los pasajes de la Santa Escritura que acabamos de citar, (y hay otros muchos), proporcionan la divina salvaguardia contra esos dos perniciosos y mortales errores. Es una verdad bendita que hemos sido puestos en la santa relación de hijos por la soberana gracia de Dios, por el poder de su Palabra y de su Espíritu. Este solo hecho arranca de raíz la nociva hierba del fanatismo y la religiosidad.

Pero esta relación tiene sus propios afectos, tiene deberes y responsabilidades, cuyo debido reconocimiento proporciona el verdadero remedio para el terrible mal de la relajación carnal tan preponderante en todas partes. Si somos liberados de las obras de la ley, –como lo estamos, a Dios gracias, en calidad de cristianos– no es para no hacer nada, ni para agradarnos a nosotros mismos, sino para que las obras de la fe se manifiesten en nosotros para la gloria de Aquel cuyo nombre llevamos, al cual pertenecemos, al cual estamos obligados por todos conceptos a amar, obedecer y servir.

Procuremos, aplicar con ardor nuestros corazones a este orden de consideraciones prácticas. Se nos ha llamado imperativamente a hacerlo así, y podemos contar para ello con la abundante gracia de nuestro SEÑOR Jesucristo, capacitándonos y ayudándonos para responder a su llamamiento, a pesar de las mil dificultades y los obstáculos que yacen en nuestro camino. ¡Ah, suspiremos por que la obra de gracia sea más profunda en nuestras almas, por un andar más íntimo con Dios, por obedecer a Su palabra, por un carácter más acentuado de verdadero discípulo! ¡Entreguémonos con ardor al seguimiento de tales cosas! –Charles Mackintosh