“La boca del justo habla sabiduría, y su lengua habla justicia. La ley de su Dios está en su corazón”. Salmos 37:30
La belleza de nuestras palabras nace de la disposición divina de nuestros espíritus. Hay una hermosura y brillo espiritual en la forma de hablar de los verdaderos creyentes. Es imposible que un corazón desordenado produzca una conversación bien ordenada. Y como la vida mana del corazón como una fuente, es lógico que tal como es el corazón, así será la vida. Dice el SEÑOR: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos”. Su camino indica el rumbo de su vida, sus pensamientos muestran la disposición de su corazón.Y como el rumbo de la vida fluye de la disposición del corazón, no se puede tener el uno sin el otro.
Los pensamientos una vez se convierten en afectos y en acciones. Si el corazón es malo, como dice Jesús: “del corazón proceden los malos pensamientos...los engaños, las maldades ” Marc. 7:21. Notemos el orden: primero son los pensamientos oscuros, luego son las prácticas. Y si el corazón es santo, entonces sucede como con David: “Palabras hermosas bullen en mi mente; mi lengua es como la pluma de un buen escritor ” Salmo 45:1. Este es el ejemplo de una vida hermoseada con buenas obras. Algunas ya hechas, otras por hacer, ambas proceden de una disposición divina de su corazón.
Por las acciones y conversaciones de los cristianos no es difícil discernir en qué disposición se encuentran sus espíritus. Tomemos a un cristiano en buena disposición y veremos lo serias, celestiales y aprovechables que serán su conversación y sus obras de fe. ¡Qué agradable compañero será mientras esto continúe! Hará bien al corazón de cualquiera el estar con él en tales momentos. Cuando el corazón está levantado hacia Dios y lleno de Su Palabra, así son sus acciones y sus palabras.
La razón por la que las palabras y actos de tantos cristianos se han vuelto tan vacíos y poco aprovechables, y que su comunión con Dios y con otros cristianos se ha secado, está en el hecho de que han descuidado sus corazones. Así la belleza que debe resplandecer de la conversación de los creyentes deja testimonio en los incrédulos de su conciencia y de la excelencia de su caminar, pero en caso contrario, conlleva al mal testimonio e inexpresable detrimento de la fe.
Cuidemos que este mal se corrija y que el prestigio del cristianismo sea reparado hasta que los creyentes se apliquen de nuevo a trabajar el corazón, para que sus pensamientos, acciones y palabras sean coherentes. Cuando la sal del pensamiento centrado en el cielo se aplique a la fuente, las corrientes serán más limpias y más dulces. -John Flavel