
Haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, Filipenses 2:5-6
Este es el ejemplo supremo de desapego, que nos dejó el SEÑOR, a quien debemos imitar y seguir sus pisadas, 1 Ped.2:21. La gracia de Dios hace que el alma sea como un niño que se desteta de lo mundano. Esto no quiere decir que estemos sin comodidades y contentamientos terrenales. Porque puedes tener muchas cosas del mundo, y, aun así, no estar apegado a ellas. Hay personas que tienen pocas cosas y están muy apegados a ellas.
Tener desapego del mundo no quiere decir que despreciemos las bondades que Dios nos da en abundancia para que las disfrutemos.1 Tim.6:17 Son verdaderas bendiciones, son dones de lo alto, que vienen de la generosidad de la providencia de Dios. Tener desapego significa que estamos contentos con toda condición y providencia de la vida. Desapego es colocar al SEÑOR el amor que le debemos profesar por encima de todo lo demás. Mat.22:36 Desapego es no idolatrar las cosas materiales, criaturas, objetos, al punto que pensamos que no podemos vivir sin ellas, incluso hasta ser esclavos de ellas.
Cuando el SEÑOR planea una obra de gracia en un corazón y redime un alma para sí mismo, primero la desapega del mundo. Así es cómo Dios trató con el hijo pródigo, Luc. 15:11-32. Dios es más dulce a nosotros cuando las cosas terrenales son más amargas. Abandonar a Dios para vivir en placeres terrenales es una gran pérdida, es abandonar a Cristo, fuente de agua viva, por cisternas rotas. Jer.2:13 Los apegos terrenales nos sacan de la bendición de Dios. Un exceso de disfrute terrenal nubla nuestro razonamiento en los sentidos. Nuestro juicio se ve extinguido por nuestros apetitos. Cuando Dios quita el apego de un alma del mundo, hace que lo terrenal se vuelva amargo por medio de alguna aflicción o decepción. Así lleva al alma a buscar una satisfacción más pura y perdurable en Cristo.
Los apegos terrenales hacen que estemos llenos del mundo y vacíos de las cosas celestiales. El SEÑOR no encuentra cabida en nuestros corazones. «Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra», Col. 3:2. El apego a las comodidades del presente toman posesión de nuestro corazón y desplazan al SEÑOR. Cuando Cristo nació, no había lugar para Él en la posada. Así sigue sucediendo con Él en el mundo. La mayoría de nosotros lo apartamos de nuestro camino. ¿Cómo tratas a tu bendito SEÑOR y Salvador? ¿Tiene el primer lugar en tu corazón y tus afectos? ¡Por favor, haz que esté en tu corazón y amalo sobre todas las cosas de este mundo! -Matthew Mead