"Estoy callado y tranquilo; como un niño pequeño está quieto al lado de su madre" Salmo 131:2
Un alma silenciosa, sosegada, tranquila, se opone a esos deseos tumultuosos por los cuales muchos se inquietan a sí mismos. Aunque el salmista estuvo bajo la vara de otros, perseguido, malinterpretado, señalado y criticado; Y su mente fue provocada por cualquier pasión o temperamento irregular, contuvo y sometió todos esas disposiciones pecaminosas. Y Libre de toda altivez y ambición, sin indagar: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?; su silencio bajo la aflicción fue la prueba más completa de que ni murmuró ni se quejó, sino que recibió Todo como viniendo de las manos de un Dios justo. Lo logró esperando en Dios: "Alma mía, espera en Silencio solamente en Dios, pues de Él viene mi esperanza" Salmo 62:5.
Considera que un silencio santo bajo las cargas más pesadas, las aflicciones más grandes, las providencias y los cambios más tristes, hará que todo sea tolerable y fácil para el cristiano. El alma que ha logrado estar callada y tranquila en Dios puede llevar una carga sin problema, pero para el alma quejumbrosa todo le es una carga. Los problemas pesan más sobre su espalda, pero no interrumpen el sueño del creyente que ha calmado y acallado su alma en Dios. Las cargas son tan ligeras como una pluma sobre el cristiano que guarda silencio y confía solo en el SEÑOR.
Guarda silencio ante el SEÑOR, y espera en Él con paciencia. Salmo 37:7 El silencio santo quita el aguijón a toda aflicción; quita el peso a toda carga; añade dulzura a toda amargura; transforma las noches oscuras en días soleados y las terribles tormentas en deseables calmas. Los sufrimientos más pequeños vencerán fácilmente al espíritu inquieto, pero el espíritu tranquilo triunfará con la misma facilidad sobre los sufrimientos más grandes. Así como las pequeñas misericordias son grandes misericordias, así los grandes sufrimientos no son más que pequeños sufrimientos en el corazón del alma silenciosa.
El alma callada y tranquila, rendida totalmente a los designios del SEÑOR, nunca se queja de que su aflicción es demasiado grande, su carga demasiado pesada, su cruz demasiado gravosa, sus sufrimientos demasiados; el silencio lo hace victorioso sobre todo. Por lo tanto, si quieres siempre que tus aflicciones pesadas sean ligeras y poder llevar una carga sin problema, esfuérzate para que tu alma permanezca callada y tranquila ante el SEÑOR, y que tu vida tenga este silencio santo. - Thomas Brooks