OCTUBRE 31

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«Tu Palabra es Verdad». Juan 17:17

Si en verdad deseas experimentar sus preciosas y magníficas promesas y disfrutarlas en tu vida, entonces medita en ellas con frecuencia. Las promesas de Dios son como uvas en una prensa de vino, dado que cuando comienzas a caminar en ellas, el jugo comienza a fluir. Por lo tanto, meditar en ellas con frecuencia será el preludio para su cumplimiento y mientras reflexionas en las promesas, la bendición que buscas vendrá a ti sin que siquiera te des cuenta. Muchos cristianos sedientos de una promesa en particular han descubierto la bendición divina de que esa promesa comenzará a derramarse en sus vidas mientras meditan en ella. Y se han regocijado por haber sido llevados a meditar en su corazón en aquella promesa.

Además de meditar en las promesas de Dios, procura recibirlas en tu alma como palabra del SEÑOR. considera esto en tu corazón: Si se tratara de promesas humanas, debes analizar el carácter de la persona y su capacidad para cumplir sus promesas. Así también sucede con las promesas de Dios. Mis ojos no deben concentrarse tanto en la grandeza de su misericordia, la cual me asombra, como en la grandeza de quien lo promete, lo cual me alentará sobremanera. Alma mía, quién te habla es ¨Dios, tu Dios¨ Heb. 1:9, el Dios que no miente, Tito 1:2. La promesa en la que estás meditando es de Dios, y  es tan cierta como lo es su existencia.

Él es el Dios que no cambia y jamás altera las palabras que salieron de su boca. Tampoco le falta el poder para cumplir Su promesa, dado que el mismo Dios que hizo «los cielos y la tierra» Gén. 2:1, la ha pronunciado. Tiene además la sabiduría perfecta para ofrecer la bendición en el momento oportuno o para retenerla, y  su sabiduría nunca falla. Por lo tanto, sabiendo que la Palabra de Dios es verdad, que no cambia, que es poderosa y sabia, voy a creer en su promesa. Si vamos a meditar en las promesas de Dios de esta manera, enfocados en el que hace la promesa, experimentaremos sus bendiciones y recibiremos su cumplimiento. -Charles Spurgeon

Las promesas de Dios son «el alimento de la fe, y el alma misma de la fe»; son una primavera eterna que nunca puede secarse; son un tesoro inagotable; son el jardín del paraíso, y están llenas de las mejores flores que nunca se desvanecerán, siempre estarán frescas, dulces, verdes y florecientes. Y si son de esta manera a tu alma en el día de la aflicción, tus aflicciones son en amor. Muchos prometen y no cumplen, pero Dios no lo hace así. Todas Sus promesas son en Cristo «sí, y en Cristo amén» 2 Cor. 1:20. —Thomas Brooks