Y muchos lo siguieron, y los sanó a todos. Mateo 12:15
Jesús sanó a todos los que le siguieron, es decir, todos los que tenían necesidad y deseaban ser curados; porque así el pasaje debe entenderse: Y todavía es lo mismo. Jamás ningún alma implora en vano su poder sanador; pero recordemos que sólo aquellos que siguen a Cristo, y siguen Su ejemplo y sus pisadas, son sanados de sus enfermedades espirituales.
¡Qué asombrosa cantidad de enfermedades terriblemente espantosas y repugnantes habrán pasado ante los ojos de Jesús! No obstante, no leemos que Él se haya molestado; al contrario, atendió con paciencia cada caso. ¡Qué variedad de males sin precedentes se habrán reunido a sus pies! ¡Cuántas heridas abiertas, dolorosas, malolientes habrá presenciado! Sin embargo, Él siempre estuvo preparado para cada nueva faceta del mal y salió victorioso cualquiera fuera la forma bajo la cual se presentara el mal.
Las flechas de maldad podían volar provenientes de donde fuera, pero él siempre apagó su poder abrasador. Tanto el calor de la fiebre, el frío de la mala circulación, los temblores de la parálisis, los arrebatos de la locura, la inmundicia de la lepra ,como la oscuridad de la ceguera, todos conocieron el poder de su palabra y huyeron ante su orden. No importa cuál fuera la dolencia, él triunfó sobre el mal y recibió la honra de parte de los cautivos que liberó.
Él vino, él vio, él conquistó... ¡por todas partes! Y hoy esto sigue siendo así. Cualquiera sea mi problema específico, mi Médico amado puede sanarme. Y cualquiera sea la condición de aquellos a quienes yo recuerde en oración en este momento, pueden tener la esperanza en Jesús de que él será capaz de sanarlos de sus pecados. Sea mi hijo, mi amigo o la persona que yo más quiera, puedo tener esperanza por cada uno de ellos al tan solo recordar el poder sanador de mi SEÑOR.
Cualquiera sea mi situación personal, ya sea que esté luchando con el pecado o con una enfermedad grave, puedo "tener ánimo" Mat. 9:2. Aquel que una vez anduvo por este mundo trayendo sanidad por donde iba, sigue dispensando su gracia y hoy obra milagros entre la gente. En este momento permíteme acudir a Él de todo corazón. Déjame alabarle al recordar cómo ha obrado sus sanidades espirituales que lo hicieron tan conocido.
Él cargó con nuestras dolencias, porque ¨por sus llagas fuimos nosotros sanados". Isa. 53:5. La iglesia aquí en la tierra está llena de almas que nuestro amado Médico ha sanado, y los habitantes del cielo confiesan: "Él sanaba a todos". Oh, ven, alma mía, y dile al mundo de la bondad de su gracia. Esto le dará renombre al SEÑOR; "será una señal que durará para siempre" Isa, 55:13. -C. Spurgeon