"Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros, porque escrito está: "Maldito todo el que cuelga de un madero". Gálatas 3:13
La maldición de la ley condena a muerte al pecador en cuerpo y alma. Nada sino Cristo puede liberar el alma. La maldición de la ley es la cosa más terrible que se pueda imaginar; su golpe va en contra de la vida eterna del alma, y, cuando la ley ha pronunciado su veredicto, es inamovible; ninguna lágrima o reforma en su vida puede librar al pecador culpable. Requiere una satisfacción infinita que ninguna simple criatura puede dar.
Cristo libera al creyente de esta maldición. Él disuelve la obligación del castigo y anula todas las ataduras y cadenas de la culpa. Esto se logra pagando el costo completo en lugar del pecador, haciendo una satisfacción plena y total. El rescate fue pagado en su totalidad y es suficiente. Cristo fue hecho maldición por nosotros. Fue algo que hizo el Dios-hombre; ningún otro era capaz de dar satisfacción por el mal infinito hecho a Dios. La satisfacción de Cristo por nosotros fue en obediencia a Dios (Fil 2:8) y su amor por nosotros es un acto sumamente libre y espontáneo. Fue movido por la piedad y el amor hacia nosotros (Gal 5:2). Pablo reflexionó con dulzura acerca de "el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2:20).
Como Dios es justo, no puede condenar al creyente, ya que Cristo ha satisfecho sus deudas. ¿Exponen tu pecado Satanás o la conciencia en todas sus desalentadoras circunstancias? Dios ha puesto a Cristo como propiciación. ¡Oh, qué gran consuelo es este texto! Es real, apropiado y pleno. Su sangre es la sangre de la seguridad. El Padre, con gran severidad, exigió satisfacción por nuestros pecados sobre el alma y el cuerpo de Cristo. Quedó plenamente complacido y satisfecho con la obediencia de su Hijo. Nuestra fe en la satisfacción de Cristo se basa en la verdad eterna y sellada de Dios. Debemos adorar humildemente la gracia de Dios al proporcionarnos tal seguridad. -John Flavel