
….Llegó un hombre cubierto de lepra. Cuando vio a Jesús, cayó rostro en tierra y le rogó: «SEÑOR, si quieres, puedes limpiarme.» Lucas 5:12
Esta oración muestra una hermosa fe. El leproso no tenía ninguna duda de la capacidad de Cristo para sanarlo. La única pregunta en su mente era; si Él estaría dispuesto a hacerlo. Porque no estaba seguro de la voluntad de Cristo. No dijo como dándole una orden: «SEÑOR, límpiame» sino: «¡SEÑOR, si quieres, puedes limpiarme! Podría haber alguna razón por la cual el SEÑOR no quisiera responder a su petición. Pero, sería una bendición inefable que le quitara esa lepra repugnante y terrible. De modo que encontramos en esta breve oración, humildad y una total rendición y abandono a Su voluntad. Jesús podría hacerlo y lo haría, si Él consideraba que era lo mejor para él. Todo lo deja en Sus manos, le hace SEÑOR de su sanidad y reconoce la plenitud de Su poder.
Esta no es una oración pidiendo bendición espiritual, es una oración pidiendo una bendición temporal, la restauración de su salud, que está condicionada a la voluntad del SEÑOR; y en tales casos, nunca podemos saber lo que realmente es mejor para nosotros. Así ocurre con todas las bendiciones temporales. Podemos desearlas fervientemente y pedir a Dios, pero debemos dejar el otorgamiento o la negación de éstas a Su misericordiosa Voluntad. Pero tal condición no se aplica a las oraciones que ofrecemos por las bendiciones espirituales, porque podemos estar perfectamente seguros de que todas son buenas para nosotros.
Una madre puede inclinarse sobre un niño moribundo y suplicar con cariñoso anhelo por su vida. Dios nunca la culpará por la agonizante persistencia de su súplica, pero ella no se atreve a orar voluntariamente. Debe terminar su súplica más intensa de manera sumisa, con lo aprendido de Jesús en Getsemaní: «Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». Puede que no sea la mejor bendición para ella, o para su hogar, que su hijo sea salvado.
O puede que un hombre se vea amenazado de bancarrota financiera. Se vuelve a Cristo en busca de ayuda: «Si quieres, puedes salvarme de esta dolorosa pérdida». Sí, Él puede, de eso no hay duda. Pero, ¿lo hará? Lo hará, si es lo mejor, porque Él nunca castiga, sino para el bien de Su pueblo. Pero, ¿será una bendición que se evite esta calamidad? El hombre no lo sabe. Tal vez sea necesario que sufra esta perdida en su estado temporal, para que no pierda su herencia en el Cielo.
La «espina en la carne» de Pablo es una ilustración. Quería que le fuera quitada, pero no fue así, porque era necesario protegerlo del orgullo espiritual, evitarle que se exaltase desmedidamente 2 Cor.12:7. La oración debe ser sumisa, ferviente, y sometida a la voluntad de Dios. Porque no sabemos qué debemos pedir en oración, ni si lo que deseamos realmente nos bendecirá. -JR Miller