NOVIEMBRE 1

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«Él tiene cuidado de ustedes»  1 Pedro 5:7

Puede ser que tu alma está inquieta por la preocupación. El sol brilla radiante, toda la naturaleza está ataviada de belleza. Pero para ti el día es oscuro y nublado, y tu corazón está triste: una preocupación te presiona y una ansiedad te entristece. Y ahora te encuentras con mucha incredulidad, desánimo y miedo al resultado. ¡Pero, quédate tranquilo! El SEÑOR, que es tu porción, es suficiente para cada día nublado. Ven y medita sobre esta verdad, y mira si esta presión no puede demostrar un verdadero estímulo, esta ansiedad un dulce reposo y esta tristeza reflejar una luz plateada, para estimularte a la oración y guiarte a aprender más experimental y benditamente que Jesús es Todo Suficiente para todas nuestras necesidades.

El SEÑOR cuida de nosotros, entonces, Él es nuestro Cuidador. Si todos los planetas, los seres, los eventos, las criaturas penden de Su brazo, aunque sea microscópico o delicado como una telaraña, ten por seguro que el SEÑOR se preocupa por ello. Puesto que grande es Él, nada en la historia de Sus hijos es muy pequeño o trivial para Su atención y consideración. ¡Ay, de los pequeños pecados y los actos de desobediencia insignificantes! Es uno de los más grandes logros del creyente en gracia, vivir para Dios en las cosas pequeñas. Pensamos que, porque Dios es tan grande, Él solo puede inclinar Su mente infinita a los objetos y cosas que son grandes. Olvidamos que Él es tan grande que los cielos de los cielos no lo pueden contener, 1 Re. 8:27, dijo: «Yo habito…con el quebrantado y humilde de espíritu» Isa. 57:15.

El SEÑOR cuida de nosotros. Alma mía, Jesús  lo ha demostrado. ¡Él cuidó de ti cuándo se embarcó en la obra de tu salvación! ¡Él cuidó de ti cuando estabas muerto en tus delitos y pecados! ¡Y cuando el Espíritu Santo te convenció de pecado, quebrantó tú corazón y te guío en santa contrición a la cruz! Manifestó Jesús su cuidado por ti para entonces levantarte, envolverte en Sus brazos y aplicar Su sangre expiatoria a tú conciencia, diciendo a tu espíritu azotado por la tempestad: ¡Calla, enmudece!, para que tuvieras paz. El SEÑOR aún cuida de ti.

Él se preocupa por tus necesidades, por tus pruebas, por tus tentaciones y por tus penas. Y aún más, Él se preocupa por tu caminar santo y feliz: por las dudas, temores y estremecimientos que algunas veces te asaltan, por la oscuridad que a veces te envuelve, por la soledad y aislamiento del camino en el que te está guiando a casa hacia Él. Solo echa tus preocupaciones sobre Él, cualesquiera que puedan ser, como un simple niño sumiso y con fe resuelta, y ponte ansioso solo de cuánto puedas amar, confiar y glorificarle más a Él.

Haz de Su presencia tu deleite, Su honor tu estudio, Su verdad tu cuidado, y la dulce paz brotará rápidamente en tu alma, derramando Su reconfortante influencia a través de todo tú ser.  Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento[a], guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús Fil. 4:6-7. En esto radica la paz del corazón del cristiano.

Si vas a Él con tu preocupación, y sigues con ella, carcomido, entristecido y destrozado, no es porque el SEÑOR se rehúsa a tomarla sobre Él, sino porque te niegas a transferirla a Él. Tú vas y vienes aún con esta preocupación entrelazada alrededor de tu corazón, y te preguntas porque no puedes encontrar ningún alivio. Pero deja tu preocupación a Él, que el cuidado de tu alma o el cuidado del cuerpo, sea puesto sobre Sus brazos, colocado sobre Su corazón, y dulce será el reposo que tu Padre en el cielo te dará. «Él tiene cuidado de Ti». -Octavius Winslow