AGOSTO 7

"¿Está alguno entre ustedes afligido? Que haga oración a Dios" Santiago 5:13

Enfermedades, duelos, pérdidas materiales, desengaños, separaciones, ingratitudes, falsos testimonios. Y cuanto más profundos sean nuestros sentimientos, más agudos serán nuestros sufrimientos; y cuanto más amemos, más tendremos que llorar. Y la mejor manera de cruzar este valle de lágrimas con el menor dolor posible es llevar todas las cosas a Dios en Oración. Esta fue la práctica de todos los santos cuyas vidas se nos detallan en las Escrituras. Esto fue lo que Jacob hizo cuando temía a su hermano Esaú. Esto fue lo que hizo Moisés cuando el pueblo estaba dispuesto a apedrearlo en medio del desierto. Esto fue lo que hizo Ezequías al recibir la carta de Senaquerib. Esto fue lo que la Iglesia hizo cuando Pedro fue puesto en prisión. Esto fue lo que Pablo hizo al ser lanzado a la cárcel.

El secreto de la felicidad en este mundo de sufrimiento, está en poner todos nuestros cuidados en las manos del SEÑOR. El tratar de llevar nuestras propias cargas es lo que nos hace creyentes tristes; si tan solo mencionaremos al SEÑOR nuestras dificultades, entonces Él haría que las pudiéramos sobrellevar con la misma facilidad con que Sansón llevó las puertas de Gaza.

Jesús nuestro Amigo Fiel, cuando estuvo en la tierra se compadeció de los pobres, de los enfermos y de los afligidos. Él es un Amigo que conoce los corazones de los hombres, pues como hombre vivió entre nosotros por treinta y tres años. Un Amigo que, por ser varón de dolores y experimentado en quebranto, Isa.53:3, puede llorar con los que lloran y consolarlos; no hay dolor que no pueda mitigar. El secreto de la felicidad es abrirle siempre nuestro corazón. Jesús puede hacer felices a aquellos que confían en Él y acuden a Él, sea cual sea su condición. En la prisión puede traerles paz, contentamiento en medio de la pobreza, consuelo en medio del desamparo y gozo al borde de la sepultura. En Él hay plenitud completa para todos los miembros que creen, y su gracia siempre está a punto de ser derramada sobre los que la piden en oración.

¡Oh, si el hombre comprendiera que la felicidad no consiste en la simple posesión de cosas materiales o en las circunstancias externas de la vida! La felicidad depende del estado del corazón. Por pesadas que sean las cruces, la oración puede hacerlas livianas; puede hacer descender a Cristo que nos ayudará a llevarlas. La oración puede abrirnos el camino cuando éste aparece completamente obstaculizado; puede traernos a Cristo que nos dirá: "Este es el camino, anden por él" Isa.30:21. Cuando todas las perspectivas aparecen oscuras, la oración puede llevarnos un rayo de esperanza, puede traernos a Cristo, a nuestro lado que nos susurrará: "Nunca te dejaré ni te desampararé".

Cuando la muerte arranque a nuestros seres queridos y el mundo parezca vacío, la oración puede traernos consolación; puede traernos a Alguien que puede llenar el vacío de nuestros corazones con Su presencia, y acallar la tormenta de nuestra alma con aquellas palabras de "Calla, enmudece". ¡Oh, si los hombres no fueran como Agar, ciegos a los pozos de agua viva que están a su lado! Gén. 21:19. J.C. Ryle