AGOSTO 20

El pueblo comenzó a quejarse en la adversidad a oídos del SEÑOR; Números 11:1

Es Cristo tu tesoro y el cielo, tu herencia eterna y te quejas. No tienes muchas posesiones, pero tienes mucho más reservado en el cielo y te quejas. Te ha dado Dios un nuevo corazón, una naturaleza renovada y un alma santificada y te quejas. Se te ha dado Él a Sí mismo para satisfacerte, a Su Hijo para salvarte, Su Espíritu para guiarte, Su gracia para adornarte, Su pacto para salvarte, Su misericordia para perdonarte, Su justicia para vestirte. Y te quejas. Te ha hecho un amigo, un hijo, un hermano, una novia y esposa, un heredero. Y te quejas. Dios ha convertido a menudo tu agua en vino, tu bronce en plata y tu plata en oro. Y te quejas.

Cuando estabas muerto en tus delitos y pecados, ¡Dios te vivificó! Cuando estabas perdido, ¡te buscó! Cuando fuiste herido, ¡te sanó! Cuando estabas desmayado, ¡te auxilió! Cuando estabas cayendo, ¡Dios te levantó! Cuando estabas abrumado, ¡te afirmó! Cuando estabas errando, ¡te corrigió! Cuando fuiste tentado, ¡te liberó! Y cuando estabas en peligro, ¡te libró! Y te quejarás. Ustedes son los más favorecidos y exaltados por encima de muchos miles en el mundo. A nadie le queda de manera más desagradable murmurar que a los creyentes.

Cuando a Paulino de Nola le fue quitada la ciudad, oró de la siguiente manera: "¡SEÑOR, no permitas que me inquiete por la pérdida de mi oro, plata y honor, porque Tú eres todo y mucho más que todo esto para mí!". ¡Cristiano! ¡En la ausencia de todos tus más dulces goces, Cristo será el todo en todos para ti! "Mis joyas, son mi esposo", dijo alguien. "Mis ornamentos son mis dos hijos", dijo otro más. "Mis tesoros son mis amigos". Y de la misma manera puede un cristiano, bajo sus mayores pérdidas, decir: "¡Cristo es mi más grandiosa joya, mi mayor tesoro, mi mejor ornamento, mi más dulce gozo!". Esto y mucho más que todo lo que ofrece el mundo, es Cristo para mí.

Todas nuestras quejas, son como muchas flechas lanzadas contra Dios, que no lo hieren ni lo golpean a Él, sino a nosotros, volverán sobre nuestros propios corazones; por tanto, es mejor callar que murmurar y decir con David: "Enmudecí y no abrí mi boca, porque Tú lo hiciste"; Sal.39:9; ¡Cuidado! Es peligroso contender con alguien que "es fuego consumidor", Heb. 12:29 - Thomas Brooks Esforcémonos, entonces, por velar contra un “espíritu quejumbroso".

En lugar de quejarnos en las adversidades, glorificamos a Dios, cuando podemos mediante la gracia, elevarnos a la altura del afligido Job, y decir: “El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó; bendito sea Su nombre” Job 1:21; o en la elevación aún mayor del apóstol Pablo: ".... He aprendido a estar contento en cualquier situación" Filip. 4:11. Y solo podemos lograrlo, viendo la mano de nuestro Padre en todo, llevando todo a Dios en oración y, sobre todo, mirando por encima de las cosas presentes el “pacto eterno ordenado en todas las cosas; "Porque las cosas que se ven, nuestras pruebas, son temporales; pero las que no se ven, nuestra salvación, nuestra corona y bienaventuranza son eternas".- G.Wagner